“No me pese”: el pedido que crece en los consultorios

NUTRICIÓN Ludmila Moscato
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Desde hace años forma parte de las consultas médicas con especialistas de diversas ramas: obstetras, clínicos y nutricionistas pesan al paciente en chequeos anuales y/o tratamientos.

Y puede ser que muchas personas no reparen en esa práctica. Sin embargo, a muchas otras -y sobre todo quienes padecen trastornos de la conducta alimentaria (TCA)-, les resulta incómoda y hasta puede generarles un impacto en su salud psíquica.

De hecho, varios son los profesionales que vienen impulsando un cambio de enfoque en este sentido, y ya no consideran el peso como un valor relevante en forma excluyente, aduciendo que tanto la observación, como la charla con los pacientes y los datos que se brindan en la consulta y/o en base a análisis clínicos brindan más información sobre el estado su salud.

En la misma línea, la ONG estadounidense More-love.org creó unas tarjetas especiales (que están disponibles en español) que dicen “Por favor no me pese, a menos que sea (realmente) médicamente necesario”. En el dorso, se resumen los motivos por los cuales consideran que la salud va más allá del peso, y que esta práctica puede ser estigmatizante.

El objetivo es ayudar a todas aquellas personas que se sientan incómodas en estas situaciones a comunicar las causas por las cuales consideran que pesar de rutina a los pacientes no solo puede ser innecesario, sino también contraproducente.

¿Es necesaria siempre la balanza?
“Creo que pesar a las personas de rutina en las consultas debe ser desnaturalizado, somos una sociedad y tenemos una medicina pesocentrista, y estamos automatizados para usar la balanza en todas las consultas”, sostiene Jesica Lavia, licenciada en Nutrición, asesora en el Ministerio de Salud de la Nación y coautora del libro "Pese lo que pese, contra la hegemonía del cuerpo ideal".

“Creo que el uso de la balanza depende de muchos factores, pero siempre debemos tener en cuenta a la persona que tenemos adelante, cuáles son sus vivencias”, añade.

En este sentido, diferencia dos escenarios: “Si tengo algún paciente que tiene una enfermedad renal y necesito ver si hubo alguna modificación en composición de líquidos, el uso de la balanza es muy útil”, expone.

“Pero, por ejemplo, en un paciente que tiene una distorsión de la imagen corporal -contrapone- y que está trabajando con algún tipo de trastorno alimentario como puede ser trastorno por atracón, quizás el uso de la balanza puede fomentar la ansiedad y no está aconsejado usarla”.

Abrir el diálogo
Ese fue precisamente el puntapié de la creadora de las tarjetas y fundadora de la ONG, Ginny Jones.

“Cuando me recuperé de un trastorno alimentario, que me pesaran fue un gran factor de estrés para mí. Empecé a investigar si realmente es necesario pesarse cada vez que uno va al médico, y descubrí que en muchas ocasiones no lo es. No pesarme innecesariamente me ayuda a estar menos estresada cuando voy al médico, lo que apoya mi recuperación y, en última instancia, mi salud”, aduce.

Por todas estas cuestiones es que Lavia propone tomarla como una herramienta y no como un mandato: “No quiere decir que nunca deba usarse la balanza, sino que hay que evaluar la frecuencia de utilización, por qué se la utiliza, si la volvemos protagonista o no”, analiza.

En la misma dirección, desde la citada ONG tampoco solicitan que no se lleve nunca a cabo; sino que se abra el diálogo, y que esa práctica, en lugar de realizarse como si fuera algo obligatorio, pueda ponerse en cuestión.

“Creo que todos merecemos la dignidad de tener voz y voto en nuestra propia atención médica, y si algo nos estresa, no creo que debamos ser obedientes por defecto. Podemos hablar y al menos averiguar cuáles son nuestras opciones”, indica Ginny Jones.

“Estas tarjetas son una forma muy educada de iniciar una conversación con los proveedores de atención médica sobre si realmente necesitan nuestro peso. Y si lo hacen, entonces podemos tomar una decisión informada al respecto. La diferencia es que ahora ser pesado en una consulta puede ser una conversación en lugar de una imposición”, fundamenta.

Un dato fragmentado
Luciana Pozzer, miembro del Colegio de nutricionistas de Córdoba, concuerda: “Creo que el número que arroja la balanza es un dato objetivo, un valor numérico, que no brinda una información completa, por lo que un plan de aumento o descenso de peso no debería focalizarse exclusivamente en eso”, sostiene.

“Debemos ser más empáticos y poder recurrir a la necesidad del paciente puntualmente, que es mucho más que un número en la balanza. La nutrición se basa en nutrir el cuerpo, el alma, tener una mirada integral en la que se escuche lo que el paciente tiene para decir”, subraya.

Una practica automatizada
A la hora de analizar las causas por las cuales se le da tanta importancia al peso, Lavia pondera varios motivos.

"Por un lado tenemos una medicina pesocentrista inserta en una sociedad pesocéntrica, y por otro el famoso cálculo de peso, talla e Índice de Masa Corporal (IMC) es rápido y fácil, ya que no se necesita más que una balanza y un tallímetro, y además es económico, por lo que su uso es más frecuente que hacer un análisis de composición corporal", explica.

“No es menor el hecho de que sea una práctica automatizada, a tal punto de que alguien va a una consulta por una molestia en el oído y la pesan y la miden, probablemente tengamos que desnaturalizar esto, porque se hace sin hacer una anamnesis (preguntas que se recogen en la historia clínica) y sin saber si esta persona sufre depresión ansiedad u otros trastornos”, añade.

La nutricionista Laura Romano, creadora de Integral Nutrición, cuenta que esta es una de las varias cuestiones que a sus pacientes les sorprende cuando ella pone en práctica su método 80/20, basado en cambiar hábitos y no en la restricción, y dejando afuera nociones como “peso ideal”.

“Una de mis pacientes cuando le doy un turno de control para el lunes a la tarde me relata que cuando se atendía en otro lado pedía los turnos los viernes a primera hora, para ser lo primero que hacía en el día porque sabía que iban a pesarla”, relata, a modo de ejemplo.

“Creo que en base al ojo del profesional y la experiencia no es necesario pesar al paciente para saber si tiene obesidad central, y hasta incluso puede hacerse un análisis de composición corporal sólo con la mirada, viendo que un paciente tiene el abdomen muy prominente es evidente que tiene grasa acumulada en la panza y que tiene riesgo cardiovascular, no hace falta saber el IMC o la circunferencia de su cintura”, ejemplifica.

Sobrepeso estético
“Por otro lado la persona que no tiene a simple vista sobrepeso ni obesidad central ni complicaciones metabólicas y refiere que quiere bajar de peso, lo que tiene es un sobrepeso estético que es algo que la hace sentir mal porque se está comparando con algún estereotipo”, grafica.

En este sentido, Romano explica que operan percepciones subjetivas y en muchos casos poco realistas: “hay que entender la fisonomía y la genética de cada uno, y saber que hay cosas que no se pueden forzar, y si lo que tiene es lo que llamo este sobrepeso estético, tengo que evaluar que se sienta mejor ¿para qué me voy a centrar en el peso si lo importante es como se siente?”, plantea.

Sin balanzas: cómo calcular el peso ideal
Por todos estos motivos, nutricionistas como Romano no toman en cuenta como indicador indispensable el IMC. 

El parámetro que sí toma en sus consultas como “peso ideal”, se construye de manera personal: “Es el resultado de tres cosas: primero que sea un peso con el que la persona se sienta cómoda, sabiendo que seguramente podría estar más delgada pero también sabiendo que para seguir bajando probablemente tenga que hacer un sacrificio extra que no la hace feliz”, expone.

“Segundo -continúa- , debe ser el resultado de hábitos alimentarios y de actividad física sostenibles en el tiempo, que se disfruten, y no que sea un resultado al que se llega por no comer nada o entrenando dos veces por día”, añade.

El tercer parámetro que tiene en cuenta es el metabólico: “ Que tu cuerpo esté bien, sano y ahí me voy a guiar por los resultados de un estudio de laboratorio. Si tengo en cuenta estos tres ejes, y el paciente me cuenta su relación con la comida, no necesito pesarlos”, cierra.

Fuente: Clarin

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