«El hambre emocional es como un invitado impertinente que llega sin avisar»

Julia VOSCO
hambre-emocional-RqeACXexrVQmhL6RIUtQi5H-1200x840@diario_abc

Un psicólogo puede especializarse en psicología educativa, sanitaria, del deporte... pero hay un tipo de psicología que gana terreno en los últimos años por culpa de los problemas alimenticios con los que lidia gran parte de la sociedad. Los problemas con la comida hacen que a día de hoy haya expertos preparados para abordar lo que se conoce como psicología nutri-emocional.

En un mercado saturado de literatura sobre dietas y aceptación corporal, Ana Morales, psicóloga nutri-emocional, encuentra en consulta numerosos casos en los que el paciente no se encuentra feliz consigo mismo por culpa de la relación que tiene con la comida. Eso le ha llevado a publicar «¡Qué buena estoy!: Tira las dietas a la basura y vive con salud emocional», una obra que no solo se adentra en la nutrición emocional y la aceptación corporal desde una perspectiva profesional y personal única, sino que también se distingue por su tono distintivo.

 «Para mirarte al espejo y gritar a los cuatro vientos '¡Qué buena estoy!' no te hacen falta dietas ni milagros, sino aprender a reconocer tus emociones y a identificar qué rol tiene la comida con respecto a ellas», asegura la autora.

Las bases de la psicología nutri-emocional
Explicado por Ana Morales, la psico-nutrición es un enfoque terapéutico revolucionario que va mucho más allá de qué comer. Es decir, no solo se habla de trastornos alimentarios, sino que se explora cómo afectan nuestras relaciones personales, nuestro entorno social y familiar, y hasta cómo nos vemos cuando nos miramos al espejo, cuando nos enfrentamos a la tentación de meternos ese bombón en la boca. ¿Por qué? La experta asegura que todo esto tiene un impacto enorme en cómo nos relacionamos con la comida.

«No se trata solo de aprender a comer saludable o de crear el hábito de ir al gimnasio. La psico-nutrición nos arma con estrategias para entender y manejar esas emociones y pensamientos que a veces nos llevan a la nevera sin que realmente tengamos hambre», dice. Nos enseña, tal como cuenta, a construir hábitos saludables que se alinean con nuestro cuerpo, nuestra mente y nuestras emociones. Y lo más importante: da las herramientas para levantarnos cada mañana con más autoestima y a enfrentar cualquier obstáculo emocional que antes nos frenaba.

Cuando la psicóloga es preguntada si encuentra muchos casos en consulta, su respuesta es absoluta: «Es algo que veo todos los días». Indica que nuestro estado de ánimo dicta mucho de lo que acabamos comiendo: «A todos nos gusta pensar que elegiremos la ensalada sobre la pizza, pero cuando nos sentimos de bajón, buscamos lo que nos consuele rápido, sin importar las calorías». De hecho, hay estudios que muestran que hasta un 60% de las personas comen más cuando están estresadas.

Y aquí viene algo aún más interesante: este comer emocional se ve mucho más en mujeres. Ana Morales señala que alrededor del 51% de las mujeres recurren a este patrón, en comparación con el 39% de los hombres. «No es ninguna coincidencia. Las mujeres nos enfrentamos una montaña rusa hormonal que no solo juega con nuestro apetito, sino cómo nuestro cuerpo gestiona la grasa. Y, por si fuera poco, nos bombardean con imágenes de cuerpos perfectos e inalcanzables», comenta. Eso, sumado a las mil y una responsabilidades diarias, solo añade más leña al fuego del comer emocional.

Pero hay más en este rompecabezas. Nuestras emociones pueden desatar cambios hormonales que revolucionan cómo nuestro cuerpo maneja los alimentos. «Aprender a gestionar nuestras emociones sin que la comida sea nuestra muleta es vital», expresa Ana Morales. Cosas tan sencillas como zambullirse en un buen libro, salir a caminar, o entregarse a un 'hobbie' que nos apasione pueden ser auténticos salvavidas. Nos ayudan a romper el ciclo del comer emocional y a mejorar nuestro bienestar general.

Hambre fisiológico y hambre emocional
El hambre emocional es el encargado de que no nos sintamos bien. Se trata de ese impulso repentino que te convence de que un trozo de tarta de chocolate es la única cosa que te hará feliz, aunque no tengas realmente hambre. Ana Morales dice que «esas ganas vienen de tus emociones mandándote un mensaje de SOS cuando estás estresada, triste o incluso feliz, y no del estómago pidiendo comida».

 Por otro lado, el hambre real es más como una notificación educada de tu cuerpo que dice: «Eh, necesito algo de combustible aquí».

Para distinguir entre estas dos formas de hambre, aquí van algunos trucos:

1. Velocidad de aparición: «El hambre emocional es como un invitado impertinente que aparece sin avisar y quiere todo, ya. El hambre física, en cambio, es más como un visitante que toca la puerta y espera pacientemente a ser atendido», explica la psicóloga.

2. Tipo de antojo: «Si tu cerebro grita '¡quiero chocolate y lo quiero ahora!', probablemente sea hambre emocional. Si estás realmente hambriento, generalmente cualquier comida, hasta el brócoli, suena bien».

3. Sensación de saciedad: con el hambre física, comes y llega un punto en que te encuentras bien. Con el hambre emocional podrías seguir comiendo casi sin fin, tratando de llenar ese vacío emocional que no se sacia con comida», expone.

4. Cómo te sientes después: Ana Morales dice que «el hambre emocional usualmente te deja con una maleta de culpa y vergüenza. Comer porque realmente necesitas energía te deja satisfecho y listo para lo que sea».

«El hambre emocional es esa voz traviesa que te susurra al oído: '¿Unos donuts? Seguro que te hacen sentir mejor'. Pero realmente no es tu estómago el que está hablando sino son tus emociones buscando consuelo rápido y usando la comida como un pañuelo para secar lágrimas o calmar esos nervios de un día complicado», cuenta.

¿Y qué emociones nos empujan hacia la nevera? Puede ser el estrés acumulado en la oficina que te hace soñar con tabletas de chocolate como si fueran la solución a todos los problemas, o esa discusión con alguien que de repente te lleva directo a una bolsa de patatas sin darte cuenta. Incluso en los momentos de aburrimiento o felicidad, podemos encontrarnos picoteando más de la cuenta. «Estamos programados para pensar en el comer como parte de la celebración o como el pasatiempo perfecto», afirma.

Si nos damos cuenta de que estamos tratando de apaciguar cada emoción a golpe de palmeras, quizás necesitemos diversificar nuestro kit de herramientas emocionales. Reconocer cuándo realmente tienes hambre y cuándo estás intentando llenar un vacío emocional es clave.

Aquí es donde necesitamos ser un poco detectives de nuestras propias vidas, averiguando qué emociones -cada uno tenemos las nuestras- nos empujan a la nevera y encontrando formas más saludables de manejarlas. Esto puede significar dar un paseo cuando estás estresado, llamar a un amigo cuando te sientes bajo, o ponerte un capítulo de tu serie cómica favorita cuando estás triste.

Su consejo es claro y conciso: «Cuando te golpee ese hambre emocional, antes de lanzarte sobre esa tarta, párate un momento. Pregúntate qué necesitas de verdad. A lo mejor un paseo al aire libre o una charla con un amigo es el verdadero 'snack' que necesitas».

Fuente: abc,es

Últimas publicaciones
Lo más visto