Café, cacao y té: sus propiedades y cómo elegir la opción más saludable

ALIMENTACIÓN Y SALUD Ana COHEN
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Antioxidantes y estimulantes. Si algo tienen en común el café, el cacao y el té es su capacidad para ponernos a tono a cualquier hora del día, especialmente al despertar. Pero también coinciden en las cualidades protectoras frente al envejecimiento que aportan sus nutrientes, pues en los tres casos destaca su contenido en polifenoles, un poderoso antioxidante. Además son opciones versátiles, que aceptan múltiples combinaciones: con leche de vaca, con bebidas vegetales (soja, avena, almendra, coco...) o mezcladas con postres lácteos.

Otro aspecto destacado de estas bebidas es que sus cualidades organolépticas desatan auténticas pasiones pues cada una de las variedades de café, cacao o té puede aportar diferentes matices aromáticos y distintas sensaciones gustativas.

Lo habitual es que, de alguna manera, unos seamos más de café que de té o viceversa o que no tomemos ni una ni otra y que optemos por una taza de cacao, aunque también se da el caso de las personas que disfrutan de las tres opciones y eligen la más adecuada para cada momento de la semana.

Lo que no es tan frecuente es conocer las propiedades nutricionales de cada bebida ni saber elegir las opciones más saludables. Las exploramos con la ayuda de los expertos de Aldi.

¿Café natural, torrefacto o mezcla?
El café de tueste natural se logra a partir de los granos crudos, que se someten a un procesado de tostado a altas temperaturas en un periodo corto de tiempo. En él adquiere su aroma y su color y en esta variedad el contenido de cafeína es de al menos el 0,7% (materia seca).

En cuanto al torrefacto, se consigue a partir de la adición de azúcar (con un máximo de 15 kg por 100 kg de café) durante el tostado. El sabor es más intenso y amargo debido a la caramelización de los azúcares y pierde algo de aroma. La cafeína se sitúa en un mínimo del 0,6% (materia seca).

Por último el café tipo mezcla es el resultado de combinar el de tueste natural y el torrefacto en proporciones y porcentajes variables que deben figurar en el etiquetado nutricional.

 
Además de la clasificación por el tueste existen muchas variedades de café en función de su tipología y su origen. A nivel mundial las más consumidas son la robusta y la arábica.

A la hora de elegir un tipo de café lo más aconsejable es primar las características organolépticas (aroma, cuerpo, punto amargo..) que desee cada persona pues la composición nutricional de cada una de las variedades es similar. Así, el café aporta vitamina B3, calcio, potasio, magnesio, cromo y sustancias polifenólicas con acción antioxidante como el ácido cafeico que son las responsables de gran parte de su sabor original, es decir, antes del tostado.

Para los más cafeteros la mejor opción, es decir, la que ayuda a conservar una gran parte de las cualidades organolépticas, es prepararlo con una cafetera italiana. Así, como explican en Aldi, no solo se logra complacer un paladar exigente sino que además permite llenar la casa con ese característico e intenso aroma al café del bueno.

Cuántas tazas de café puedo tomar al día
Conviene aclarar, no obstante, que para aprovechar los beneficios del café conviene consumirlo con moderación. La Autoridad Europea de Seguridad Alimentaria (EFSA) indica que el consumo diario no debe superar los 400 miligramos de cafeína. Esto significa que si se calcula que una taza de café expreso cargado puede aportar unos 100 mg de cafeína, lo ideal sería que no se superasen las cuatro tazas diarias. Eso sí, esa cantidad podría variar si se mezcla con leche y el aporte total de cafeína por taza es menor. Una cantidad que se reduce a menos de la mitad en el caso de las embarazadas y las madres en lactancia.

Conviene tener en cuenta, no obstante, que la tolerancia a la cafeína es diferente en función de cada persona por lo que no es tan sencillo fijar una cantidad máxima recomendada. Las recomendaciones oficiales, por tanto, indican que se puede establecer un intervalo seguro de consumo diario entre los 100 y los 400 miligramos al día. Esto además debe personalizarse y valorarse teniendo en cuenta factores como el estrés, el estado de salud, el ritmo de vida, el tamaño corporal, la eficiencia metabólica o la capacidad de descanso nocturno.

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