Fue vegetariana durante 30 años hasta que probó una hamburguesa de pura carne

Creía que comer proteína animal no era ético, pero un día se dejó tentar y todo cambió.

ALIMENTACIÓN Y SALUD Redacción Redacción
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Tammi Jonas tiene 49 años y se prometió a sí misma que nunca más lastimaría a un ser vivo para su propio consumo. Esta madre de dos hijos, en 1980 se hizo vegetariana después de leer el libro del filósofo australiano Peter Singer titulado “Liberación Animal”, que detallaba todo tipo de crueldad y sometimiento que se le aplica a los animales de granja antes de morir y ser llevados a los frigoríficos.

A partir de ese momento, se volcó hacia un estilo de vida orgánico, naturista y libre de culpa, y juró no volver a comer carne, excepto si en un futuro quedaba embarazada.

La mujer de Eganstown, Australia, se comprometió con una dieta vegetariana rica en verduras, frutas, legumbres, frutos secos y cereales, pero todo cambió 30 años después cuando se enteró que estaba esperando a su tercer hijo. “Pasé por dos embarazos, pero esta vez fue diferente porque me volví peligrosamente anémica por la carencia de la vitamina B12”, señaló Tammi a medios locales.

La vitamina B12, es esencial para el organismo porque ayuda a la formación de los glóbulos rojos en la sangre y al correcto funcionamiento del sistema nervioso central. Se encuentra en alimentos como las carnes rojas y blancas, frutos de mar, huevo, leche y otros derivados lácteos. Las personas que se inclinan hacia una dieta vegetariana suelen tener carencia de este nutriente, por lo tanto, muchos lo incorporan mediante un suplemento especial.

“Estos nutrientes se incorporan al bebé desde los reservorios de la madre en la gestación y durante la lactancia. Al no tener las madres veganas suficientes depósitos de vitamina B12, el niño puede presentar problemas neurológicos graves y compromiso en el desarrollo al nacimiento o durante la lactancia”, afirma la doctora Marisa Armeno, médica pediatra nutrióloga del Servicio de Nutrición del Hospital Garrahan.

Ante la falta de esta vitamina esencial, Tammi rompió su propio juramento y decidió comer una rica hamburguesa en un local de comidas rápidas cercano a su trabajo. Desde ese entonces, volvió a disfrutar de la carne. Si bien admitió que fue todo un proceso de aceptación y de tratar de no sentir culpa por lo que estaba haciendo, poco a poco se fue sintiendo mucho mejor con el cambio. “Me siento más saludable, tanto mi cuerpo como el bebé lo necesitaban”, dijo.

Pasado un tiempo, Tammi quería ir por más. Con su esposo, Stuart, crearon una granja y una carnicería para que los consumidores tuvieran la opción de elegir. De esta forma, llevan ocho años al frente de “Jonai Farms” y “Meatsmiths”, dos empresas familiares cuyo objetivo se basa en no utilizar productos químicos ni nocivos en sus prácticas agrícolas, para que las vacas y los cerdos vivan como si no estuvieran encerrados en una granja.

“Hay quienes nos critican porque piensan que al matar seres vivos no somos éticos. Nosotros no creemos que asesinar a un animal para el consumo sea malo si este tiene una buena vida”, concluyó.

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