Hacia un 2030 sin hepatitis virales

SALUD Gina NAVARRO
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Las hepatitis virales constituyen un serio problema de salud pública en todo el mundo ya que producen más muertes que la combinación de otras enfermedades infecciosas (tuberculosis, HIV) o que los accidentes de tránsito.

En la Argentina, los tipos de hepatitis más frecuentes son los debidos a infección por los virus A, B y C:

La hepatitis A se transmite de persona a persona, especialmente en niños o por contaminación con materia fecal del agua o los alimentos, lo que puede originar epidemias. Produce solamente enfermedad aguda que se cura sola en la gran mayoría de los casos. Raramente, el virus A se asocia a formas fulminantes de hepatitis que llevan a la muerte o a la necesidad de un trasplante, mayormente en niños no vacunados.

La hepatitis B puede contraerse por vía vertical (de la madre al recién nacido), sanguínea o sexual. Es una enfermedad que, en alrededor del 10% de los adultos, puede evolucionar a formas crónicas y producir cirrosis y cáncer hepático. Es importante destacar que la hepatitis B puede reactivarse cuando bajan las defensas -como ocurre con la quimioterapia-, por lo que es imprescindible investigar la presencia del virus B antes de iniciar tratamientos para los cánceres.

La infección por el virus C se transmite fundamentalmente por vía sanguínea (transfusiones, tatuajes, acupuntura, uso de drogas intercambiando agujas, etcétera). El riesgo de contraerla ha disminuido muy significativamente con la utilización de materiales descartables y el testeo sistemático de todas las unidades de sangre. Las dos características principales de la hepatitis C son que evoluciona a formas crónicas en el 80%-90% de los casos y que no produce síntomas.

Se estima que alrededor del 1% de la población argentina puede tener hepatitis C, aunque la mayoría de los infectados no lo sabe. A pesar de la ausencia de síntomas, la hepatitis C “progresa en silencio” por años o décadas, llevando con frecuencia al desarrollo de cirrosis y cáncer hepático, complicaciones que pueden producir la muerte o requerir un trasplante. Por lo tanto, la hepatitis C es una enfermedad que “hay que ir a buscarla” en la comunidad para lo cual es recomendable que todas las personas al menos una vez en la vida sean testeadas para hepatitis B y C. Las pruebas diagnósticas para todos los tipos de hepatitis son simples y de bajo costo.

La buena noticia es que las hepatitis virales pueden prevenirse o curarse con tratamientos antivirales. Desde hace años, disponemos de vacunas para las hepatitis A y B, que forman parte del calendario de vacunación en la Argentina.

Por lo tanto, los que no se vacunaron en la infancia deberían hacerlo en cualquier momento, sin que importe la edad. Todavía no existe una vacuna para la hepatitis C.

Sin embargo, hoy más del 95% de los casos se curan con los nuevos tratamientos que son muy efectivos, de corta duración (8 a 12 semanas), y con muy pocos efectos adversos.

La hepatitis B puede controlarse con tratamientos antivirales, evitando así la progresión a la cirrosis, pero no se cura por completo, pudiéndose reactivar si se abandona el tratamiento o en pacientes que reciben quimioterapia.

La Organización Mundial de la Salud (OMS) ha establecido como un objetivo central erradicar las hepatitis virales para el año 2030. Este esfuerzo, que deben realizar todos los países, incluye el testeo de la población general para identificar los casos y poder tratarlos en forma precoz, evitando así la progresión a la cirrosis y el cáncer hepático.

La Argentina cuenta con un Plan Nacional de Hepatitis Virales, por lo que el costo del diagnóstico, prevención y tratamiento de las hepatitis es cubierto tanto por el sistema público como por el privado.

El Día Mundial contra las Hepatitis fue creado para que la población tome conciencia del impacto a nivel individual y colectivo que tienen las hepatitis virales sobre la salud pública.

Al ser enfermedades fácilmente diagnosticables y tratables, tomar conciencia del problema y testearse para las hepatitis es el primer paso para cumplir con el loable objetivo de la Organización Mundial de la Salud.

Las claves del éxito son:

Que los médicos generalistas soliciten a todos sus pacientes las pruebas de sangre para detectar las hepatitis virales.
Que los propios pacientes pidan a sus médicos que le hagan estos estudios, ya que la mayoría de las hepatitis no da síntomas y se descubre en forma incidental.

Fuente: TN

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