¿De qué se trata el “apetito emociogénico”?

ALIMENTACIÓN Y SALUD Cristina MERCADO
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El Dr. Arturo Rolla, Endocrinólogo Senior del Beth Israel Deaconess Medical Center y de la Universidad de Harvard presentó una radiografía psicológica y conductual de estos tiempos en los que el estrés y la sobreabundancia de comida a la que vivimos expuestos se agrega la presencia de otro factor anteriormente desconocido, o poco estudiado al igual que el estrés: “el apetito emociogénico”.

“Como porque estoy triste, y estoy triste porque como; esto se convierte en un círculo vicioso”, explicó el Dr. Rolla, advirtiendo que este es uno de los problemas que llevan a incrementar las estadísticas de obesidad por problemas de ansiedad, depresión, autoestima baja y frustraciones.

La comida no es sólo comida, sino una gratificación oral que nos tranquiliza y nos lleva a una zona de confort, de manera que, como consecuencia de las emociones, se aumenta el apetito emociogénico y hace que comamos más de lo que debamos comer.

A su vez, la obesidad lleva a las personas a padecer la estigmatización y discriminación y a enfrentar problemas de mala adaptación psico-económico social, que llevan a cerrar el círculo vicioso de obtener gratificación ante estas situaciones a través del deseo de comer para saciar el apetito emociogénico.

“Esto nos aumenta el apetito emociogénico, nos hace comer en exceso y a preferir comidas de alto contenido energético; las grasas dulces como chocolate, cremas heladas, dulce de leche, dan aún mayor confort emocional”, argumentó el especialista.

Según estadísticas brindadas por el especialista, para el 80% de las personas las situaciones estresantes los llevan a comer más, mientras que en el 20% de los casos los hace comer mucho menos.

 

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