La tercera ola de coronavirus y los más chicos: cómo mantener la calma en un entorno caótico

SER PADRES Rosario CALVO
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A diferencia de los adolescentes y de los adultos, los chicos tienen una mayor exigencia de atención, un menor entendimiento de la situación de pandemia y un mayor miedo debido a cómo procesan la información que perciben de la televisión y de las conversaciones de los adultos en el hogar.

Algunos de los dichos de los adultos frente a ellos durante esta tercera ola pueden ser: “Es una pesadilla”, “Otra vez todos contagiados”, “En cualquier momento nos encierran de nuevo”, y tantos otros que, en el discurso cotidiano, encuentran en chicos más chicos una restringida interpretación de metáforas: para ellos, el texto es textual, indica un informe de Primera Infancia realizado por Unicef.

“A los chicos, hay que hablarles claramente porque se preocupan más si le ocultamos la información que si se la brindamos de forma adecuada”, explica Claudio Waisburg (M.N. 98.128), neurólogo infantil. “Los chicos aprenden mucho más de lo que ven, de lo que les contamos así que lo audiovisual es de gran ayuda”, sugiere.

Cómo puede afectar a los más chicos la tercera ola de coronavirus
Las respuestas de los más pequeños a eventos estresantes son únicas y variadas. Algunos pueden estar irritables o pegajosos y otros pueden retroceder, exigir atención adicional o tener dificultades para cuidarse, dormir o comer. Ante estas situaciones, es clave el rol de un adulto solidario y comprensivo.

Los pediatras alertan sobre la importancia de hacer todos los esfuerzos posibles con el fin de reducir este estrés y evitar que las dificultades psicológicas se vuelvan crónicas en el tiempo dando lugar a psicopatologías más graves.

“Hay que contestar lo que van preguntando y no sobreinformar. Si nos ven tranquilos, van a estar tranquilos, pero si nos ven nerviosos, van a actuar con ansiedad”, advierte el neuropediatra y remarca que los más chiquitos se adaptan más fácil a las nuevas realidades. “Ya tienen incorporadas las rutinas de higiene, del uso de barbijo, desde edades tempranas”, afirma Waisburg e insiste en tomarse un momento de calma y sacarle dramatismo al relato.

Qué hacer si surgen malas conductas en los hijos
“Debemos recordar que nuestros hijos pueden estar pasando por un momento difícil en lugar de hacernos pasar un momento difícil a nosotros. No es que tienen una venganza personal contra nosotros o que nos hagan la vida difícil, sino que simplemente no están en el mejor lugar ni momento de sus vidas”, indica Saakshi Singla, experta en desarrollo infantil y crianza de los hijos.

Un niño que hace una rabieta no está mal, pero está asustado.
Un niño que no quiere dormir en su propia habitación no está tratando de molestar a sus padres, sino que busca consuelo ante la ansiedad y las preocupaciones.
Un niño llorón no molesta a sus padres porque quiera, solo necesita dormir más o tiene hambre.
Un niño en edad preescolar que golpea a su hermanito no es un monstruo, pero se siente solo y necesita desesperadamente una conexión.
Un niño pequeño que arroja cosas o deja caer su leche repetidamente, está explorando o tratando de comprender los límites.

Fuente: TN

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