Una mancha en la cara la ayudó a encontrar su vocación de maquilladora

Durante muchos años, Becca Lee usó cosméticos para esconder una marca de nacimiento. Cuando por fin la aceptó, se dio cuenta que tenía una habilidad que se convertiría en su salida laboral.

NOTICIAS DE INTERÉS Carola LEVI
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Becca Lee es coreana y vive en EE.UU. Nació con una “mancha de vino Oporto” en el rostro. Ese rasgo físico la acomplejó durante su infancia y adolescencia, por lo que empezó a maquillarse para taparlo. Cuando por fin se aceptó tal como era, se dio cuenta de que en su afán por esconderse había adquirido una habilidad que le serviría como salida laboral: maquilladora profesional.

Las manchas “de vino Oporto” son de nacimiento. Reciben este nombre porque parecen una salpicadura de esa bebida alcohólica sobre la piel. Al principio, después del parto, suelen tener una tonalidad rosa y con el paso del tiempo se oscurecen para adquirir un color púrpura rojizo o rojo oscuro.

Estas manchas están relacionadas con una malformación vascular de la piel y no generan problemas a nivel salud, pero sí pueden causar un trauma estético para quienes las presentan. “Las personas que tienen angiomas en el rostro pueden padecer mucha angustia”, indica a Con Bienestar el dermatólogo Mario Fuks, director del curso de Láser y tecnología médica de la Federación Médica Argentina (M.N. 69.704).

“Estas lesiones vasculares se pueden eliminar mediante un tratamiento con láser, pero hay muy pocos médicos que tienen estas tecnologías en la Argentina”, detalla Fuks.

Becca Lee nació en Corea del Sur y fue adoptada cuando tenía ocho meses por una familia estadounidense que residía en una pequeña localidad del norte de Minnesota, que ya había adoptado a otros tres chicos mayores que ella de ese país.

“Al crecer, nunca me sentí diferente. Mi familia nunca me hizo sentir que mi apariencia física era única. Empecé a darme cuenta de que no era como los demás cuando entré al maternal. Recuerdo ir caminando por las tiendas con mi familia y preguntarme por qué los niños me miraban tanto”, relató la joven en el sitio Love What Matters.

Desde bebé y hasta los 12 años, le hicieron entre 25 y 30 tratamientos con láser hasta que ya no fueron efectivos. En una de las sesiones, la potencia de la máquina fue demasiado alta, lo que le provocó quemaduras graves en el rostro y un dolor importante.

“En la escuela, odiaba ir al baño porque significaba que otros chicos que no me conocían me verían. A menudo, me miraba en el espejo, disgustada y me preguntaba por qué yo. También recuerdo ser increíblemente consciente de mi cara después de los tratamientos debido a los hematomas que aparecían. Me sentí horrible y no quería mostrar mi cara a nadie más que a mi familia”, recordó.

Aunque tuvo muchos amigos que la apoyaron, también debió lidiar con varias experiencias negativas. Las dos escuelas primarias de la localidad donde vivía se unían en la escuela secundaria, por lo que al cambiar de ciclo tuvo que compartir aula con gente que no sabía de su marca de nacimiento. Cuando le contaron que algunos de los alumnos nuevos se reían de su aspecto, sintió la necesidad de comenzar a ocultar su rostro.

Fue ahí cuando empezó a avergonzarse más de su apariencia y decidió usar maquillaje de forma diaria para cubrir la marca de nacimiento. Esa costumbre continuó durante la universidad. En esta última etapa, ya odiaba los cosméticos porque sentía que no sólo tapaban su apariencia sino que también eran, como una barrera que se había impuesto con los demás.

El inicio de su carrera como maquilladora
Aproximadamente un año después de terminar la universidad, Lee empezó a mirar tutoriales de diferentes maquilladores para ver si había alguna técnica que la hiciera sentirse más cómoda con los productos que usaba. “Recuerdo sentir que éste era el comienzo de algo especial. Todavía estaba luchando por aceptar la piel que me tocó, pero estaba empezando a recuperarme”, manifestó.

Tres años después, se dio cuenta de que esa habilidad para maquillarse podría ser su salida profesional. Así que decidió obtener la certificación oficial en cuidado de la piel y maquillaje. El punto de inflexión se produjo en diciembre de 2017, cuando publicó una foto de ella en Instagram con la mitad del rostro a cara lavada y la otra maquillada.

Junto a la imagen hizo una defensa del amor propio. “Entiendo que algunas personas no se sienten cómodas mostrando al mundo sus defectos físicos. Quiero ayudar a otros a tener más confianza en sí mismos, ya sea mediante el uso de maquillaje o no. Emplear cosméticos NO significa que uno esté tratando de ‘mentirle’ a la gente o que tenga dos caras. Sin embargo, también quiero que todo el mundo sepa que no hay errores. Estoy muy emocionada de entrar en una industria que también puede tener un impacto positivo en la confianza de una. Todavía estoy aprendiendo a sentirme cómoda en mi propia piel. Pero creo que es algo muy importante que los medios de comunicación y las redes sociales muestren que no existe la perfección”, expresó en ese posteo.

Cuando se recibió de esteticista, comenzó a compartir sus looks en las redes sociales y también su historia. Dio un paso hacia adelante en el camino del amor propio y, desde entonces, transmite mensajes positivos y ayuda a otras personas a aceptar sus complejos.

“Aprender a amarte a vos misma empieza por dejar de compararte con los demás. Todos tenemos experiencias e historias únicas y diferentes. Es importante aceptarlas y apoyarse en ellas. ¡Lo que te preocupa tanto puede ser lo que te hace destacar entre la multitud!”, valoró.

Su marca de nacimiento moldeó quién es. La ayudó a ser una persona empática, que ayuda a otros a buscar su propia belleza y la que la empujó hacia su pasión en la vida. Así que si pudiera removerla no lo haría, porque aprendió a amarla.

   

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