El fuerte predictor de mortalidad que se puede corregir con la pérdida de peso

POR UNA VIDA MÁS SALUDABLE Gina NAVARRO
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El tejido adiposo es un tejido conectivo especializado que consiste en células ricas en lípidos llamadas adipocitos. Su principal función es almacenar energía. Además, tiene un mecanismo propio de control que le permite suministrar esa energía en respuesta a un sistema de señalización hormonal que mantiene el equilibrio metabólico.

El tejido adiposo secreta varias proteínas, conocidas como adipocitocinas, que ejercen su acción biológica sobre múltiples sistemas y regulan diversos procesos metabólicos, esencialmente en el hígado y el músculo esquelético.

Se consideran comorbilidades con impacto cardiovascular:

Enfermedad del hígado graso asociada a disfunción metabólica (MAFLD).
Enfermedad renal crónica (IRC) asociada a obesidad.
Apnea del sueño asociada a enfermedad cardiovascular (ECV).
Incremento de riesgo de diabetes tipo 2.
El 90% de las personas con diabetes tipo 2 también padece sobrepeso u obesidad. En el caso de las personas con obesidad, el riesgo de padecer diabetes es tres veces mayor al de las personas que no tienen obesidad.

La resistencia a la insulina en la diabetes tipo 2
A medida que se acumula grasa en el cuerpo, la glucosa tendrá más dificultades para llegar a todas las células. Es lo que conocemos como resistencia a la insulina. Si a esto le sumamos el trabajo extra que acumula el páncreas generando tanta insulina como puede para que la glucosa pueda ser absorbida, se pueden formar «atascos» de glucosa en el torrente sanguíneo.

Esto provoca que la glucosa se acumule y desvíe hacia otros órganos, y la insulina fabricada en el páncreas deja de ser suficiente para absorber tanta glucosa. Por tanto, la diabetes tipo 2 puede ocurrir como consecuencia de varias alteraciones del metabolismo que se van dando poco a poco y de forma sostenida en el tiempo.

Consenso de prevención cardiovascular
Según el Consenso de Prevención Cardiovascular, en el capítulo Obesidad, que trabajamos con Carla Gauna, Susana Gutt y Juliana Mociulsky, bajo la coordinación de Paola Harwicz, la obesidad constituye un factor de riesgo independiente de enfermedades cardiovasculares y se asocia con enfermedad coronaria, aterosclerosis y muerte cardiovascular. La expectativa de vida disminuye a medida que aumenta el Índice de Masa muscular (IMC).

Un análisis de 57 estudios prospectivos que incluyó a 894.576 participantes determinó que el IMC es un fuerte predictor de mortalidad. Por cada aumento de 5 puntos en el IMC, el riesgo relativo de mortalidad total aumenta un 30%, el riesgo de enfermedad cardiovascular se incrementa en un 40%, y la mortalidad por cáncer lo hace en un 10%.

El éxito del tratamiento se mide a largo plazo
Diferentes publicaciones avalan el beneficio alcanzado con la pérdida de peso y estiman metas que permitan reducir las complicaciones asociadas a la obesidad. En pacientes con síndrome metabólico, el descenso del 10% previene la progresión a la diabetes, solo por mencionar un beneficio.

El éxito del tratamiento se mide a largo plazo. Sumado al cambio del estilo de vida, el uso de fármacos antiobesidad y la cirugía de la obesidad en población seleccionada proveen opciones terapéuticas eficaces y seguras para lograr un descenso significativo del peso.

En su abordaje integral, uno de los objetivos es reducir el riesgo de complicaciones cardiovasculares y enfermedades asociadas y es por eso que la Sociedad Argentina de Cardiología acompaña a otras Sociedades científicas en reconocer a la obesidad como una enfermedad.

Fuente: TN

   

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