Cirugías estéticas: el deseo de lo ideal y la realidad de lo posible

SALUD Martín Fernández
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La lógica invita a pensar que uno opera al paciente que viene a la consulta motivado por algo que le aqueja, que lo perturba, que quiere mejorar y que identifica como un rasgo físico mejorable con cirugía plástica.

Pero en Medicina la lógica no aplica en todos los casos. Comparto algunos puntos de vista y los invito a reflexionar si son potenciales pacientes o conocen alguno.

Si bien la estética se ha convertido en un negocio a nivel mundial, como profesionales debemos tener en cuenta que antes que nada, somos médicos y también es importante que el paciente valore ese diferencial al realizar su consulta.
Un buen médico indaga para averiguar cuál es la motivación para realizarse tal o cual procedimiento, cuáles son sus expectativas, qué espera lograr con ello, en qué aspectos piensa que cambiará su vida. Se le explica, también, cuáles son los riesgos comunes e inherentes a cada cirugía.

Es importante compartir con el paciente un escenario indeseado: qué pasaría si algo sale mal y evaluar su tolerancia o reacción. Si no se evalúan estos parámetros o no hay tolerancia, es preferible no hacer la cirugía.
Asimismo, no se debe prometer un resultado porque, incluso haciendo todo bien, la biología es impredecible como también los cuidados postoperatorios.

Uno como médico está obligado a ser idóneo, comportarse profesionalmente, ejecutar las maniobras correctamente, ser responsable y acompañar al paciente, pero no está obligado a obtener un resultado. En esta relación médico–paciente que debe ser de a dos, el paciente también tiene obligaciones.

Comparto siete situaciones conflictivas que se presentan en el consultorio:

Menores de edad acompañados de sus padres: Aunque es delicado, en algún momento se debe poder dialogar uno a uno con el paciente, para dilucidar todo lo que mencionamos anteriormente y poder descartar que uno no esté por operar una característica física de los padres en el hijo, una frustración pasada de los padres o un deseo de perfección impuesto. Realmente debemos asegurarnos de que el paciente esté tomando sus propias decisiones.

Parejas en las que el que habla y opina es el que no se va a operar. Muchas veces, hace pedidos que eximen los límites anatómicos o fuerzan la cirugía.

Pacientes que manifiestan hacer el procedimiento por otros: “Hago esto porque tal o cual persona siempre quiso que…”.

Pacientes que esperan conseguir nueva pareja, éxito en los negocios, o un mejor pasar económico a partir de un procedimiento estético.

Pacientes que van de shopping quirúrgico buscando llenar un espacio u obtener algo que les falta.
Pacientes que están en crisis de pareja: Seguramente con la cirugía, lejos de lo que esperan, esa crisis empeore.
Pacientes que padecen trastornos de salud de cualquier tipo, incluso alimentarios, psiquiátricos, y que obviamente no podremos resolver con la cirugía.

Sin creer que sean realidades absolutas o que sean situaciones flexibles, es interesante expandir la idea de lo que implica la consulta médica, de la importancia que tiene y de los muchos parámetros que se analizan en ella, además del motivo de consulta que se dice.

La idea no es hacer una cirugía más, sino hacer la cirugía correcta en el paciente correcto, en el momento correcto. Y esto es un trabajo de a dos: médico–paciente. Ambos deben estar apoyados por el equipo de trabajo del profesional y la institución donde se desempeña, por un lado, y por el entorno familiar, por el otro.

Fuente: TN

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