Por qué algunos alimentos nos dan asco

El sentimiento de asco por ciertos alimentos no se suele manifestar hasta pasados los tres años de vida y la comida tiene un papel importante de regulación emocional

NOTICIAS DE INTERÉS Julia VOSCO
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¿Recuerdas que en la niñez te tapabas la nariz a la hora de tragar un alimento que no te gustaba y rápidamente dabas un sorbo de agua para que no se te quedase el sabor en la boca? El asco es una emoción que nos protege, y en este caso hace de escudo frente a posibles alimentos en malas condiciones y que pudieran ser un peligro para nuestra salud.

«Sentimos asco de vez en cuando porque, de no haber sido así, en tiempos pasados muy remotos hubiéramos comido alimentos en mal estado y eso nos habría extinguido. Ese mecanismo instintivo de protección lo seguimos teniendo y suele ser hacia alimentos blandos o alimentos con olores/sabores fuertes ya que son las características que tendría un alimento podrido», explica Laura Isabel Arranz, doctora en alimentación y nutrición.

La misma opinión tiene el nutricionista Pablo Ojeda, que asegura que a nivel nutricional, no hay sabores que a priori den asco, y que el 90% de los casos en los que se siente asco hacia una comida suele ser por su textura: «Da asco la textura, no el alimento en sí, por eso los expertos en nutrición siempre decimos que un mismo alimento hay que cocinarlo de diferentes maneras porque en alguna de ellas sí que gusta».

 ¿Asco innato o asco aprendido?
Pero, ¿crees que el asco es innato o, en cambio, se trata de una emoción aprendida? Al parecer, tal como dice Mar Argüello, psicóloga del centro psicológico Cepsim, la capacidad de sentir asco es innata, pero aquello a lo que sentimos asco se adquiere en el transcurso de los primeros años de vida mediante la socialización: «Se ha comprobado que los niños pequeños no sienten asco hacia sustancias, objetos y olores hasta los 3 años por lo que, en su misión adaptativa de protección, diríamos que es algo caprichoso».

Según Pablo Ojeda, la mayor tendencia a sentir asco se da entre los 6 y los 12 años, y el entorno, principalmente la escuela o casa, es primordial porque influyen de manera directa». Esta sensación que tan poco nos gusta se manifiesta de forma universal y de la misma manera: arrugamos la nariz, los labios superiores se elevan y las comisuras de la boca descienden; «cuando el asco es muy fuerte la lengua sale de la boca ligeramente», señala la psicóloga.

Curiosamente, la aversión o el que no nos gusten algunos alimentos se puede reeducar más fácilmente que el asco, pero si a alguien le da asco comer un tipo de alimento o preparado será algo que probablemente no cambie en toda su vida, tal como dice la experta en nutrición Laura Isabel Arranz.

Pero que algo sea desagradable no significa que no tenga una función adaptativa... En muchas ocasiones nos aleja de aquello que nos puede dañar o hacer enfermar y la conducta que surge cuando sentimos asco es alejarnos. «La psicología del asco trata de observar qué hace que algo nos pueda resultar asqueroso, repulsivo o aversivo», dice Mar Argüello. Junto con el miedo, su emoción hermana, conduce a que se produzca un alejamiento inmediato de lo asqueroso con reacciones fisiológicas intensas como la naúsea o el vómito.

Nuestro mundo emocional
Y está probado que las asociaciones psicológicas negativas desempeñan un papel esencial en el origen del asco, por lo que es importante observar en qué punto de nuestra historia se juntan la comida y las emociones.

«El asco es la emoción con más componente fisiológico, pero también está modulada de forma sociocultural y condicionada, por otra parte, por las características de nuestra propia estructura de personalidad, siendo esta un factor mediador en el proceso de evaluación del asco», advierte la psicóloga.

Frecuentemente, nuestras dificultades con la comida hablan de nuestro mundo emocional porque son síntomas que nos avisan de la existencia de conflictos internos y ponen de manifiesto dificultades con la expresión de lo que sentimos, «por lo que la comida tiene un papel de regulación emocional importante», y los acontecimientos que experimentamos a lo largo de nuestra historia vital también se pagan con la comida.

Para la psicóloga Mar Argüello, el rechazo o aversión hacia la comida como si esta fuera desagradable puede ser un intento de buscar una solución somática a una tensión interna porque no se ha encontrado una solución psicológica.

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