Los alimentos ultraprocesados pueden aumentar la ansiedad, la depresión y el deterioro cognitivo

ALIMENTACIÓN Y SALUD Ana COHEN
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El conjunto de los productos ultraprocesados incluye a las gaseosas, las aguas saborizadas, los jugos de fruta endulzados, las bebidas energizantes y deportivas, los postres lácteos, los panes industriales, los productos de copetín o snacks, las comidas listas para consumir, las salchichas, entre otros. Su consumo puede aumentar el riesgo de diabetes, obesidad e incluso cáncer.

Recientemente, se suman más pruebas a partir de estudios científicos que revelaron que el consumo de productos ultraprocesados afecta también la salud mental. Cuantos más alimentos ultraprocesados come una persona, mayores son las probabilidades de que sufra depresión o ansiedad.

Uno de los estudios fue realizado con más de 10.000 adultos en Estados Unidos. Encontraron que cuantos más ultraprocesados comían los participantes, más probabilidades tenían de manifestar una depresión leve o sentimientos de ansiedad. Fue publicado en la revista Public Health Nutrition.

“Hubo un aumento significativo en los días mentalmente poco saludables para aquellos que comían el 60% o más de sus calorías de ultraprocesados”, dijo el doctor Eric Hecht, autor del estudio, quien trabaje en el Colegio de Medicina Schmidt de la Universidad Florida Atlántica. “Esto no es una prueba de causalidad, pero podemos decir que parece haber una asociación”, agregó en diálogo con The New York Times.

También otro trabajo reveló una conexión entre el consumo elevado de ultraprocesados y el deterioro cognitivo del cerebro. Se trata de un estudio que siguió a casi 11.000 adultos que residen en Brasil durante una década.

Detectaron una correlación entre el consumo de alimentos ultraprocesados y una peor función cognitiva (la capacidad de aprender, recordar, razonar y resolver problemas). El declive se aceleró en un 28 por ciento en las personas que consumen más del 20 por ciento de sus calorías a partir de ultraprocesados

El trabajo fue realizado por investigadores de la Facultad de Medicina de la Universidad de São Paulo y fue publicado en la revista JAMA.

Es también posible que seguir una dieta sana contrarreste los efectos perjudiciales del consumo de alimentos ultraprocesados. Los investigadores brasileños descubrieron que seguir un régimen alimentario saludable, como la dieta MIND, que es rica en cereales integrales, verduras de hoja verde, legumbres, frutos secos, bayas, pescado, pollo y aceite de oliva-, reducía en gran medida el riesgo de demencia asociado al consumo de alimentos ultraprocesados.

Los que seguían la dieta MIND pero seguían consumiendo ultraprocesados no presentaron ninguna asociación entre el consumo y el deterioro cognitivo. Sin embargo, los investigadores admitieron que aún no saben cuál es la cantidad segura de consumo de ultraprocesados.

En China, un grupo de investigadores también señalaron que comer alimentos fritos con frecuencia, especialmente papas fritas, puede aumentar el riesgo de ansiedad hasta en un 12% y un 7% de riesgo de ansiedad y depresión.

Fue liderado por Yu Zhang, especialista del Laboratorio clave de procesamiento agroalimentario de la, Facultad de ingeniería de biosistemas y ciencia de los alimentos de Universidad de Zhejiang, en China. Las conclusiones se publicaron en la revista PNAS, de la Academia de Ciencias de los Estados Unidos.

Hay también investigaciones sobre la microbiota del sistema intestinal y su influencia en el estado de ánimo. De acuerdo con Wolfgang Marx, presidente de la Sociedad Internacional de Investigación en Psiquiatría Nutricional e investigador principal de la Universidad Deakin, en Australia, “las personas con depresión y otros trastornos mentales tienen una composición menos diversa de bacterias intestinales y menos ácidos grasos de cadena corta”.

“Las pruebas emergentes -principalmente de estudios con animales, pero también algunos datos humanos- sugieren que los nutrientes aislados (como la fructosa), los aditivos como los edulcorantes artificiales (como el aspartamo y la sacarina) o los emulsionantes (como la carboximetilcelulosa y el polisorbato-80) pueden influir negativamente en el microbioma intestinal”, dijo Marx.

La escasa diversidad de la microbiota intestinal, así como una dieta rica en azúcar, pueden contribuir a la inflamación crónica, que se ha relacionado con una serie de problemas mentales y físicos. “Se cree que las interacciones entre el aumento de la inflamación y el cerebro impulsan el desarrollo de la depresión”, afirmó Melissa Lane, investigadora de la Universidad Deakin.

Consultada por Infobae, Alicia Stolkiner, profesora titular de la cátedra de Salud mental y Salud pública de la Facultad de Psicología de la Universidad de Buenos Aires, comentó con respecto a los resultados de los recientes estudios sobre ultraprocesados y salud mental: “Me parece un enfoque que no hay que desestimar, aunque no todo lo que sucede en sentimientos y afectos se puede reducir al cerebro o al sistema nervioso central”.

También Stolkiner añadió que los resultados de los estudios demuestran una asociación entre el consumo de ultraprocesados y la depresión, pero no se puede inferir causalidad. Es una línea de investigación que requiere más estudios.

Para la experta, “la atención en salud mental suele ser poco integral. Pocas veces incluye este tipo de consideraciones sobre los hábitos de vida como la alimentación. Pero debería considerarse más. El problema es que la alimentación sana, con más frutas y verduras, es cara en relación a los ultraprocesados. Estos productos suelen dar más saciedad y requieren menos trabajo de elaboración”.

En el último número de la revista Medicina (Buenos Aires), Oscar Laudanno, del Departamento de Gastroenterología del Instituto de Investigaciones Médicas Alfredo Lanari de la Universidad de Buenos Aires, escribió: “Se necesitan políticas públicas activas para dar mayor accesibilidad a los productos frescos, poco procesados, evitar consumir ultraprocesados y reducir su producción”.

Es más, en algunos países se está evaluando gravarlos con impuestos y subsidiar los productos frescos -enfatizó Laudanno-. “Además, son necesarios estudios no financiados por la industria para entender cómo afecta el procesamiento de los alimentos la salud de las personas. No hay un nivel seguro de consumo, solo sabemos que hay que disminuirlo. No hay duda que necesitamos alimentos a nivel mundial, pero la respuesta no son los ultraprocesados”.

Fuente: Infobae

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