En qué se diferencia la alimentación de un niño obeso con la de uno “saludable”

SER PADRES Rosario CALVO
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Un estudio realizado por investigadores de la Universidad del Sagrado Corazón en Fairfield, Connecticut (Estados Unidos), brindó nueva evidencia científica que respalda a las nuevas directrices en nutrición, la cual apunta a no contar las calorías y a generar hábitos saludables sostenibles en el tiempo. Sin embargo, existen variables que también deben tomarse en cuenta, afirman los expertos. Más aún cuando se trata de obesidad infantil, muchas veces son los fríos números los que darán el mejor panorama de la situación.

En palabras de los expertos, la diferencia entre un niño obeso y uno “saludable” radica en sólo 200 calorías adicionales de comida chatarra por día. Esto es el equivalente a un paquete de 40 gramos de papas fritas o snack similar, un chocolate o una botella de bebida azucarada de 500 mililitros, según indicaron.

Los resultados, que fueron presentados durante una conferencia denominada Nutrition 2022 Live Online, afirman que, pese a que los alimentos precocinados altamente procesados son tal vez la opción más fácil de mandar a los más chicos en la vianda o la mochila escolar, los padres deberían concentrarse en “preparar refrigerios y comidas saludables”. Es que, según advirtieron, los alimentos ultraprocesados a menudo están llenos de azúcar y grasas saturadas, las cuales pueden provocar obesidad, obstruir las arterias y retrasar el crecimiento.

Para poder obtener estos datos, los expertos analizaron las dietas de 1.500 niños, de entre 3 y 15 años, que también fueron sometidos a pruebas de ejercicio para medir su estado cardiovascular. Asimismo, fueron divididos en dos grupos de edad: de tres a cinco años y de 12 a 15 años. Posteriormente, los menores fueron consultados sobre qué habían comido en las últimas 24 horas. Para lo cual, los expertos clasificaron los alimentos en cuatro grupos: alimentos integrales, parcialmente procesados, procesados y ultraprocesados.

Según indicaron los científicos, consideraron alimentos ultraprocesados a: bebidas gaseosas, papas fritas, dulces, chocolate, galletitas y alimentos congelados preparados previamente, como papas fritas, salchichas y nuggets de pollo. En tanto, los que fueron catalogados como procesados incluyeron conservas de pescado, frutas en almíbar, quesos y panes recién hechos. Por último, los parcialmente procesados fueron sopas y caldos.

Por otro lado, para conocer los niveles de condición física de los adolescentes, los expertos midieron a través de electrodos en el pecho cómo funcionaba su corazón mientras corrían en una caminadora. En tanto los niños más pequeños fueron evaluados al medir qué tan lejos y alto podían saltar y qué tan rápido corrían distancias cortas.

Al analizar los resultados de estos estudios, los investigadores observaron que los adolescentes que se desempeñaron “peor” en las pruebas de condición física habían comido aproximadamente 226 calorías más de alimentos ultraprocesados por día, en relación con aquellos que habían mostrado un mejor desempeñado. En tanto, los niños de 3 a 5 años que mostraron un desempeño más bajo ingirieron alrededor de 273 calorías más de comida chatarra diariamente, en promedio, según publicó el Daily Mail. Incluso, para obtener resultados más certeros, los expertos evaluaron variables como el ingreso familiar, el género y la edad que podrían haber sesgado los hallazgos.

“Los comportamientos dietéticos y de ejercicio saludables se establecen a una edad muy temprana”, afirmó la nutricionista de la universidad a cargo del trabajo, Jacqueline Vernarelli, al analizar el trabajo. Al tiempo que agregó: “Nuestros hallazgos apuntan a la necesidad de educar a las familias sobre formas rentables de reducir la ingesta de alimentos ultraprocesados para ayudar a disminuir el riesgo de problemas de salud cardiovascular en la edad adulta”.

Y tras asegurar que “aunque los alimentos precocinados altamente procesados son fáciles de mandar en una mochila escolar”, la experta insistió en que “la investigación muestra la importancia de preparar refrigerios y comidas saludables”. Para finalizar, los científicos explicaron que, al analizar los posibles sesgos del trabajo, advirtieron que no está claro cuántas calorías en total habían ingerido los niños que no estaban en forma, lo que puede haber sido uno de los factores más importantes que afectaron su condición física. Es más, los menores tampoco informaron cuánto ejercicio hacían con regularidad.

Fuente: Infobae

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