Tus niveles de vitamina D son bajos y estas son las consecuencias

NUTRICIÓN Rosario CALVO
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La vitamina D es una hormona esencial en diferentes procesos del cuerpo, principalmente en la absorción y el mantenimiento del calcio, que es fundamental para conservar fuertes los huesos, pero también tiene un rol en los procesos de inflamación, el sistema inmune, el crecimiento celular y el metabolismo. Aun así, ¿se le da la importancia necesaria? El estudio 'Paradoxical suboptimal vitamin D levels in a Mediterranean area: a population-based study', liderado por Diana Díaz Rizzolo, profesora de los Estudios de Ciencias de la Salud de la Universitat Oberta de Catalunya (UOC) e investigadora del Instituto de Investigaciones Biomédicas August Pi i Sunyer (IDIBAPS), concluye que no se analizan suficientemente los niveles de vitamina D de la población —una situación especialmente grave en la población de riesgo— y cuestiona la práctica habitual de no suplementar a la población, a pesar de que los niveles sean bajos.

El estudio se ha publicado en abierto en la revista 'Scientific Reports', del grupo 'Nature'.

Según explica Díaz Rizzolo, doctora en Biomedicina, la principal vía de obtención de la vitamina D es la producción propia a través de la exposición al sol. Sin embargo y, paradójicamente, en países mediterráneos como España, los niveles de vitamina D de la población son más bajos que en países nórdicos como Finlandia, el Reino Unido, Islandia, Suecia o Irlanda, que llevan a cabo campañas de suplementación de vitamina D en su población mediante la fortificación sistemática de alimentos de consumo habitual. «Esto, y otros factores como el uso de protectores solares o el bajo consumo de alimentos ricos en vitamina D en los países mediterráneos, hace que haya unos niveles muy bajos de vitamina D en la población», destaca.

Cuánta vitamina D necesitamos
Para calcular los niveles de vitamina D, los investigadores se basaron en los parámetros establecidos en las guías de la Sociedad de Endocrinología Clínica, que establecen como óptimo un nivel superior a los 30 ng/ml, como insuficiente un nivel entre 20 y 30 ng/ml, y como deficiente un nivel inferior a 20 ng/ml. El estudio muestra que a menos del 10 % de la población se le habían analizado los niveles de vitamina D y que la mayoría de estas personas eran mujeres de 45 años o más. De hecho, actualmente no se recomienda el análisis de niveles de vitamina D en la población sin síntomas, si no pertenecen a un grupo de riesgo (mayores de 70 años, embarazadas o personas institucionalizadas, con fracturas o con problemas óseos).

De la población analizada, el 80 % de los jóvenes tenían niveles inferiores a los deseables, pero la mayoría no recibían suplementación; en cambio, sí se prescribía vitamina D al grupo de mujeres de más de 45 años. Esto hacía que, paradójicamente, el grupo de más edad tuviera niveles de vitamina D superiores a los de los jóvenes.

Para la Dra. Díaz Rizzolo, sería necesario medir de forma sistemática los niveles de vitamina D de toda la población en un periodo determinado para tener una fotografía real de lo que pasa. A partir de aquí, habría que realizar estudios sobre cómo afectan estos niveles al estado de salud de las personas con el objetivo de poder tomar una decisión clara: o bien se suplementa cuando hay deficiencia (estableciendo bien los protocolos según los colectivos o aplicando políticas nutricionales como hacen los países nórdicos) o, si no, hay que dejar de medir innecesariamente en poblaciones que no lo necesitan y de preocupar a la gente sin motivo.

Mediciones necesarias
Otra conclusión del estudio es que no se cumplen las normativas ni las recomendaciones en la medición de niveles de vitamina D en los colectivos de riesgo. Y no solo esto, sino que, cuando se les detectan niveles bajos, no se les prescriben suplementos. «Hay que revisar las líneas de cribado y de actuación en estos colectivos, puesto que se ha demostrado ampliamente la utilidad de la vitamina D en la prevención de fracturas y caídas en la población de edad avanzada, así como en algunos problemas durante el embarazo y en el desarrollo de los niños», afirma.

La investigadora revela que falta mucha investigación sobre la vitamina D para poder establecer políticas de salud pública. Además, a pesar de que no hay una recomendación clara de suplementar a las personas con niveles bajos que no sean de un grupo de riesgo, muchos especialistas, ante la duda, prefieren suplementar a sus pacientes: cuando ponen en la balanza el riesgo y el beneficio de recetar un suplemento, lo tienen claro y optan por hacerlo.

Comparte esta opinión sobre la necesidad de que haya más investigación en torno a este tema María H. Bascuñana, especialista en Inmunología Nutricional Clínica y Estilo de vida. De hecho en su libro 'VitaminaDos' (Alienta Editorial) aporta una guía, basada en la evidencia científica, que aporte una visión de conjunto sobre la vitamina D y que además ayude a comprender el papel fundamental que juega en el organismo.

Uno de los mensajes que suelen tenerse claros en torno a la vitamina D es que la principal forma de obtenerla (o de que el cuerpo humano la pueda sintetizar, mejor dicho) es a través de la exposición de la piel al sol. Sin embargo existe aún una cierta confusión o mezcla de conceptos que nos suelen llevar a posturas maniqueístas debido a los mensajes, por un lado de la industria cosmética y farmacéutica y por otro del ámbito de la dermatología y de la salud, en los que se incide en la necesidad de una protección solar exhaustiva.

Sobre este punto, la autora lo tiene claro: aunque es totalmente respetable el cuidado de la piel para que no luzca agredida ni envejecida, la salud va por delante de la estética. «Si ponemos en la balanza las posibles consecuencias de someterse a una exposición controlada al sol obtendremos más beneficios que riesgos. Todo depende, por tanto, de la medida en que uno se exponga al sol: hay que ver el cuánto, el cuándo y el cómo», revela. Así, la experta asegura que, entre otros muchos síntomas, la falta de vitamina D se ha relacionado con fatiga mental y física, trastornos autoinmunes, infecciosos, alérgicos, cardiovasculares, neurológicos, óseos, inflamatorios o bajo estado de ánimo y problemas de salud mental.

Fuente: ABC

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