Personas altamente autoexigentes: así son, así viven y así sufren

SALUD Pilar Pardo
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La autocrítica, la ansiedad y el miedo al fracaso son fieles compañeros de las personas altamente autoexigentes. A diferencia de quienes tienen una motivación sana para fijarse metas altas y perseguirlas con entusiasmo, la autoexigencia hace que la valía personal dependa únicamente de la consecución de determinados logros.en el caso de este tipo de personas, los errores dejan de contemplarse como oportunidades de aprendizaje y se convierten en fracasos difíciles de superar.

Pero además otra de las problemáticas que puede darse cuando una persona es tan exigente consigo misma, tal como alerta Emma Lerro, psicoterapeuta en Buencoco, es que eso limite la consecución de sus objetivos personales y le lleve a vivir con poca serenidad. «Exigirnos demasiado podría hacer, por ejemplo, que pospusiéramos una y otra vez un examen porque nuestra preparación nunca nos parezca adecuada, o podría hacer que nunca estuviéramos satisfechos con un objetivo alcanzado y que siempre pusiéramos los ojos en el siguiente, cada vez más ambicioso», argumenta.


Algunos de los elementos que pueden desencadenar la autoexigencia destructiva son la búsqueda de aceptación externa, las altas expectativas sociales, el miedo al fracaso o el exceso de autocrítica. La autoevaluación en estas personas, por tanto, se limita a un solo ámbito, el del rendimiento, lo que hace que, según apunta Lerro, su autoestima sea frágil, a diferencia de lo que sucede con la mayoría de las personas, que se evalúan a sí mismas teniendo en cuenta múltiples niveles como las relaciones sociales, el trabajo, el deporte... entre otros.

El perfeccionismo también puede expresarse en una dura autocrítica y esto puede llevar a que estas personas vivan con culpa y sufran estados constantes de ansiedad.

Causas y factores de riesgo
La autoexigencia tiene su origen en la combinación entre las experiencias vitales y la predisposición genética, según asegura la psicóloga, quien además revela que entre los factores de riesgo que podrían llevar a un nivel de autoexigencia figuran los factores ambientales, incluida la educación recibida. Así, un alto nivel de crítica por parte de los cuidadores puede llevar, por ejemplo, a recibir:

• Reprimendas frecuentes incluso por pequeños errores.

• Castigos con retirada de afecto y desaprobación.

• Elogio condicionado a la consecución del mayor rendimiento posible.

Estas experiencias enseñan a los niños que, para ser amados y aprobados por los demás, es necesario que sean «perfectos».

Una conducta socialmente aprobada
A priori, la autoexigencia puede parecer el ingrediente esencial del éxito, una condición sine qua non para alcanzar metas y progresar. Pero lo cierto es que cuando se vuelve excesiva es precisamente el rendimiento el que se resiente: «La persona se esfuerza al máximo y descuida todo lo que se considera una pérdida de tiempo: lo único importante es alcanzar ese nivel, a menudo autoimpuesto. Por eso, las personas autoexigentes están constantemente indecisas y descuidan otros aspectos importantes de la vida, como las relaciones sociales o el ocio. Tienen dificultades para delegar y comprueban repetidamente sus acciones, hacen listas de tareas para no olvidar nada y buscan tranquilidad constante. Todo esto no sólo ralentiza y empeora el rendimiento, sino que carga de sufrimiento su vida cotidiana», afirma Lerro.
En definitiva, mantener de forma prolongada un alto nivel de autoexigencia es un factor de riesgo que nos expone directamente a padecer numerosos trastornos psicológicos, como los que se describen a continuación:

Problemas asociados
Trastornos de la alimentación.
Trastornos del estado de ánimo.
Trastorno de la personalidad obsesivo-compulsiva.
Trastornos de ansiedad, como el trastorno de ansiedad social y el trastorno de pánico.
Trastorno obsesivo compulsivo

Una vez analizadas las causas, los factores de riesgo y las posibles consecuencias, conviene conocer, como apunta la experta, cómo reorientar la autoexigencia de forma constructiva. Para evitar sentirse abrumado por las autoexigencias negativas, la psicóloga propone empezar por hacer pequeños, pero importantes cambios como:

• Tomar algo de tiempo libre para dedicarlo a actividades placenteras.

• Delegar algunas tareas.

• Entregar un trabajo, aunque no nos parezca perfecto.

La clave de esa reorientación de la autoexigencia reside en incorporar pequeñas acciones que ayuden a enfocarla de forma positiva. Sin embargo, puede ser una tarea difícil, especialmente cuando está muy arraigada. En los casos en los que seguir este tipo de consejos o dinámicas no sea suficiente es aconsejable abordar el problema con el apoyo de un profesional que nos ayude a reducir, poco a poco, nuestro nivel de exigencia y podamos mostrarnos más compasivos con nuestros propios fallos.

Fuente: abc

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