Hacer ejercicio puede reducir la inflamación

SALUD Camila MARTINEZ
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Una de las principales preocupaciones de la ciencia es dar respuestas al problema de la inflamación crónica en el organismo y es sabido que varios de los factores que desencadenan estos procesos, causantes de un buen número de enfermedades, hacen referencia al tabaquismo, los niveles de estrés, la contaminación, la obesidad, una mala higiene de sueño o el sedentarismo.

En relación al sedentarismo, no es extraño que la conexión entre el ejercicio físico y la inflamación haya despertado el interés de los científicos desde tiempos remotos, concretamente desde que un estudio de principios del siglo XX mostró un pico de glóbulos blancos en la sangre de varios participantes en el maratón de Boston tras la carrera.

Es que parece lógico que la ciencia preste una especial atención a este particular fenómeno si tenemos en cuenta que estas células sanguíneas son parte fundamental del sistema inmunitario a la hora de combatir infecciones y otras enfermedades. Un nuevo estudio de la Facultad de Medicina de Harvard, publicado recientemente en Science Immunology, puede ofrecer una explicación molecular a esta observación centenaria

Harvard despeja la incógnita del ejercicio contra la inflamación
La investigación sugiere que los efectos beneficiosos del ejercicio pueden deberse a que la inflamación muscular causada por el esfuerzo moviliza un tipo de glóbulos blancos denominado células T antiinflamatorias (Tregs), que aumentan la capacidad de los músculos para utilizar la energía como combustible y mejoran la resistencia general al ejercicio.

“El sistema inmunitario, y en particular la rama de células T, tiene una amplia repercusión en la salud de los tejidos que va más allá de la protección frente a agentes patógenos y el control del cáncer. Nuestro estudio demuestra que el sistema inmunitario ejerce potentes efectos en el interior del músculo durante el ejercicio”, aseguró la investigadora principal del estudio, Diane Mathis, catedrática de Inmunología del Instituto Blavatnik de la Escuela de Medicina de Harvard.

Mathis, quien advirtió que el estudio se realizó con un modelo animal, consideró que es un paso importante para detallar los cambios celulares y moleculares que se producen durante el ejercicio y que confieren protección para la salud frente a la amenaza de enfermedades como las cardiovasculares, la diabetes o algunos tipos de cáncer, entre otras. Los efectos saludables del ejercicio están bien establecidos pero cómo consigue exactamente fomentar una buena salud sigue intrigando a los investigadores.

“Sabemos desde hace tiempo que el esfuerzo físico provoca inflamación, pero no comprendemos del todo los procesos inmunitarios implicados”, afirmó el primer autor del estudio, Kent Langston, a la vez que dijo que el estudio realizado muestra de manera clara lo que hacen las células T en el lugar donde se produce el ejercicio, en el músculo”. Y es que la mayor parte de las investigaciones previas sobre fisiología del ejercicio se centró en el papel de diversas hormonas liberadas durante el ejercicio y sus efectos en distintos órganos, como el corazón y los pulmones, mientras que el nuevo trabajo desentraña la cascada inmunológica que se desarrolla dentro del lugar real del esfuerzo: el músculo.

Hacer ejercicio sería importante para contrarrestar la inflamación
Otro de los grandes hallazgos de los investigadores de Harvard es que los beneficios del ejercicio sólo eran evidentes en los ratones que hacían actividad física con regularidad, es decir, los que corrían repetidamente. En ese grupo, en comparación con los que solo corrieron una vez o eran sedentarios, las Tregs no sólo redujeron la inflamación y el daño muscular inducidos por el esfuerzo, sino que también alteraron el metabolismo y el rendimiento musculares.

Un descubrimiento que concuerda con lo observado en humanos hace referencia a que una sola sesión de ejercicio no produce mejoras significativas en el rendimiento y es necesaria una actividad regular a lo largo del tiempo para obtener beneficios reales. Los investigadores determinaron además que los ratones sedentarios presentaban cantidades excesivas de interferón, un grupo de proteínas que son un conocido factor inflamatorio crónico.

Según los investigadores, los resultados del estudio permiten vislumbrar los mecanismos celulares detrás de los efectos antiinflamatorios del ejercicio y subrayan su importancia para aprovechar las defensas inmunitarias del propio organismo. “Nuestra investigación sugiere que el ejercicio es una forma natural de estimular la respuesta inmunitaria del organismo para reducir la inflamación. Sólo nos hemos centrado en el músculo, pero es posible que el ejercicio potencie también la actividad de las Tregs en otras partes del cuerpo”, concluyó Mathis.

El tiempo mínimo de actividad física
Parece claro que además de otros factores modificables sobre los que podemos actuar directamente, como dejar de fumar, llevar una dieta equilibrada, controlar los niveles de estrés o descansar adecuadamente, el ejercicio físico se presenta como una manera de potenciar las defensas del organismo frente a la amenaza de la inflamación. Pero no sirve con que la actividad física sea esporádica, es necesario que se convierta en hábito para que podamos beneficiarnos de su práctica en toda su dimensión.

Realizar por ejemplo al menos 30 minutos de ejercicio aeróbico al día de intensidad moderada (65-70 por ciento de frecuencia cardíaca máxima) cinco días por semana, está en línea con las recomendaciones mínimas de la Organización Mundial de la Salud sobre actividad física y hábitos sedentarios. En función de nuestras circunstancias y antecedentes, y siempre bajo supervisión de un profesional del ámbito de la salud, podemos tratar de ir más allá en cuanto a duración, tipo e intensidad de la actividad porque mayores son los beneficios asociados.

Fuente: TN

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