Si te molestan los sonidos de otra gente comiendo o respirando podés tener misofonía

NOTICIAS DE INTERÉS Rosario CALVO
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Para algunos, es un problema sin solución. Basta con que una persona en la mesa mastique con intensidad, que un compañero de trabajo haga chasquidos con los dedos, o que la tiza corra en el pizarrón, para iniciar una verdadera reacción de molestia.

Esta condición, que afecta a muchos de una manera más o menos grave, se llama misofonía. Son los sonidos percibidos como desagradables los que crean el malestar. Y hay que tener mucho cuidado, teniendo en cuenta que existen muchas personas que reciben una sensación de incomodidad cuando se encuentran en estas situaciones. Pero, ¿cómo surge el problema y cuáles son los mecanismos que pueden determinarlo?

Para arrojar luz sobre este tema, expertos de la Universidad Estatal de Ohio publicaron un estudio en Frontiersin Neuroscience.

Qué sucede en el cerebro con al misofonía
La investigación examinó lo que sucede en el cerebro de aquellos que escuchan a las personas “chasquear” los dedos, como un desencadenante de la misofonía. Esta observación significó considerar que varios estudios se habían centrado previamente en la reacción a la masticación ruidosa.

Habría mecanismos diferentes a los que suceden para aquellos que mastican ruidosamente que para aquellos que no pueden soportar el clásico ruido de chasquido de los dedos.

La investigación examinó a una veintena de personas que se sometieron a una resonancia magnética funcional del cerebro mientras realizaban diferentes tareas, además de dar una autoevaluación de su misofonía a través de cuestionarios que de alguna manera les permitieron verificar cómo solo unos pocos de ellos tenían una ligera sensación de incomodidad frente a ciertos ruidos.

Finalmente, se controlaron las reacciones cerebrales en ausencia de actividad. La investigación mostró que en reposo aquellos que tenían problemas de misofonía tenían redes de conexión más intensas entre la corteza auditiva y un área de control motor, un hecho ya demostrado por otras investigaciones. Pero si la boca se usaba para producir sonidos, la activación afectaba a una región diferente del sistema nervioso, sin diferencias particulares en las conexiones cerebrales entre aquellos que tenían problemas específicos y aquellos que toleraban sonidos sin esfuerzo.

En resumen: a diferencia de lo que se pensaba, quizás la zona nerviosa responsable de la audición no sea la principal protagonista de las reacciones de quienes no soportan ciertos ruidos.

En los participantes que obtuvieron puntajes más altos en misofonía, hubo una conexión más fuerte entre las regiones cerebrales asociadas con el movimiento y la sensación de los dedos y el área de la ínsula del cerebro, que está relacionada con emociones fuertes, incluido el disgusto. Estamos solo al principio, pero la ciencia que trata de explicar la reacción de malestar y sufrimiento a diferentes ruidos, no solo relacionados con los movimientos de la boca, procede a comprender lo que realmente sucede.

Fuente: TN

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