Shibari, la práctica sexual milenaria basada en el erotismo japonés

SEXUALIDAD Rosario CALVO
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El shibari o kinbaku, o lo que es lo mismo, “atadura tensa” es un tipo de arte japonés que consiste en un amarre específico, con cuerdas naturales y que es muy sensual, dramático y erótico.

El l shibari es un acto de sumisión en el que la persona atada queda a merced de las acciones amatorias del otro. El aprendizaje de este arte erótico es paulatino, hasta lento y dificultoso y quizá la cuerda -normalmente de yute- termina siendo lo menos importante.

“Una de los aspectos más importantes en el shibari es el consentimiento y la comunicación. No deberíamos hacer esto con personas con las que no tengamos confianza suficiente, ya sea porque las vayamos a atar o porque queramos ponernos en sus manos. El shibari puede ser una experiencia increíble y llevarte al límite de lo sensorial, del placer… o también del dolor. Hay personas que lo practican como algo erótico y lo combinan con el sexo, y otras que lo realizan para obtener un trance, una meditación o experimentar emociones fuertes. Lo hagas con el objetivo que lo hagas, debes elegir muy bien con quién quieres hacer este viaje.”, aconseja Cecilia Bizzotto, socióloga.

Los expertos aseguran que practicando shibari se puede llegar a lugares desconocidos de uno mismo. “Afloran las vulnerabilidades de las personas, también de quien ata, si es una persona honesta, y se asumen riesgos tanto físicos como emocionales... por lo que es muy importante recordar que estamos atando a una persona, no a un maniquí, ni nos ata una máquina para que presumamos”, señala la sexóloga española Patricia Díaz Saco, miembro de la Asociación Estatal de Profesionales de Sexología.

Elementos para practicar el shibari
El shibari trata de hacer dibujos en el cuerpo de la otra persona con las cuerdas y los nudos, buscando obtener una figura específica dentro de este arte. Según quienes lo practican, la propia tensión lograda con los elementos de amarre ya es de por sí placentera. Para los más avezados, la técnica también ofrece la posibilidad de colgar, mediante anillas, el cuerpo atado de la persona.

Suelen utilizarse cuerdas con un largo que oscilan entre los 7 y los 8 metros y los materiales suelen ser el yute, el coco, el cáñamo o el arroz, no solamente por tratarse de fibras naturales sino también porque la estética forma parte del ritual.

Como es una disciplina japonesa, hay dos claves que no pueden faltar: las energías y el autoconocimiento. Las ataduras ejercen presión sobre puntos vinculados, los meridianos energéticos de la medicina tradicional oriental.

Cuando alguien decide iniciarse en esta técnica, recibe indicaciones estrictas sobre la vigilancia de las articulaciones de la persona atada, tener al alcance tijeras y no cortar la comunicación entre los participantes.

Fuente: TN

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