Claves para padres sobre el sueño infantil: cómo lograr que los niños duerman toda la noche

SER PADRES Valeria Chavez
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La expresión “dormí como un bebé” suele usarse como sinónimo de buen descanso. Lo suelen decir quienes logran una noche de sueño reparador.

También como una expresión de deseo es común escuchar algo así como “qué ganas de dormir como un bebé”.

¿Cómo qué bebé? ¿Cuánto duermen los bebés? ¿Qué es dormir como un bebé?

Muchas son las expectativas de los adultos respecto a cómo y cuánto se espera que duerma un niño. Y por lo general (por no decir siempre) distan mucho de lo que sucede en realidad.

Para empezar, es bueno conocer que “el sueño es un proceso madurativo que se va modificando a lo largo del desarrollo infantil. No es uniforme, sino que va cambiando desde el sueño fetal hasta la adultez y se ve influenciado por la manera de adaptación del niño al medio que lo rodea, sumado a la constante maduración cerebral y al aprendizaje de las rutinas familiares, que para el bebé significan una novedad”. La médica pediatra, psiquiatra infanto juvenil y psicoanalista de niños y familias Marisa Gandsas (MN 78223) comenzó a explicar a Infobae que “el dormir no es solo una función corporal durante la cual el cuerpo se relaja por completo sino por lo contrario es un momento donde el cerebro continúa trabajando”.

“Mientras dormimos no transcurre tiempo vacío; pasan un montón de situaciones en el dormir, el cerebro no descansa, aprovecha esas horas para recuperar su energía -manifestó-. La función del sueño es una función activa”.

Y tras asegurar que “es aquí cuando se producen nuevas conexiones cerebrales, se consolida lo aprendido durante el día, se desecha la información innecesaria y se producen diferentes hormonas importantes para el desarrollo de los niños como la hormona de crecimiento”, la especialista agregó: “El consumo de oxígeno cerebral es aún mayor que en estado de vigilia, ya que es en este momento cuando la neurona se recupera de su actividad diurna, aumentando la síntesis proteica, además, otras de las funciones más importantes que ocurren durante el sueño son regeneración y restauración orgánica, estímulo del sistema inmunitario, de las defensas del organismo y crear espacio a nivel cerebral para nuevas adquisiciones”.

María Guastavino es licenciada en Psicología (MN 50661) y madre de dos niños de cuatro y dos años. Y sobre la base de su conocimiento profesional, sus experiencias personales, y la recopilación de algunos casos concretos escribió Duérmete lindo, “un libro pensado para acompañar a las familias en el sueño de sus hijos durante los primeros años de vida”.

Con prólogo de la psicóloga especializada en crianza Maritchu Seitún, “el libro no tiene fórmulas mágicas ni recetas salvadoras. Se trata más bien de una guía de cómo ayudar a transitar a los hijos el camino hacia un sueño más independiente”.

En busca de ese camino, las especialistas compartieron 11 claves para padres en busca de hallar la mejor manera de dormir a sus hijos.

1- Se puede enseñar a dormir

Gandsas, quien es autora del libro El pícaro sueño y creadora del Método pícaro sueño para mejorar el dormir de los niños y sus familias.

“Se puede enseñar a dormir y en eso hay mucho que el entorno debe hacer”, aseguró la especialista, quien remarcó que “es necesario que los padres incorporen hábitos y rutinas que van a ser la base del buen dormir”.

Para Guastavino, “es posible ayudar a que un bebé duerma lo mejor posible teniendo en cuenta su singularidad y su etapa evolutiva”. “Es importante generar hábitos de sueño que propicien un buen descanso tanto durante el día como durante la noche. Como padres debemos tener un rol activo en el sueño de nuestros hijos facilitando su descanso”, enfatizó.

2- Lo que ocurre en el día influye de manera directa en el sueño nocturno

Según precisó Guastavino, “el sueño es evolutivo y madurativo por lo que no puede pretenderse que los niños duerman como los adultos (quienes muchas veces tampoco suelen dormir toda la noche de un tirón), pero de todos modos hay ciertas cuestiones que deben tenerse en cuenta”.

En ese sentido, “generar rutinas agradables y placenteras, cuidar el ambiente, los horarios, las siestas, la alimentación”, son algunos de los factores que influyen en el buen descanso.

“Conocer acerca de los horarios de las siestas, la cantidad indicada para cada edad, la duración y cómo inician los niños dichas siestas nos permitirá prevenir situaciones posibles en el dormir nocturno -apuntó Gandsas-. La alimentación del niño, sus paseos, la hora del baño y la hora de irse a dormir serán variables muy importantes a tener en cuenta”.

3- Los ciclos de sueño cambian desde el nacimiento para el desarrollo madurativo

Según explicó Gandsas, “es clave entender que el sueño es un proceso madurativo y no es lo mismo un bebé recién nacido, que uno de seis meses, un año o un niño de tres años”.

En este punto, remarcó que “por eso un bebé recién nacido tiene gran cantidad de sueño superficial, que luego se transforma en sueño profundo”. “Durante los primeros meses eso le sirve para despertarse muchas veces de noche para comer y luego comenzará a tener más presencia el sueño más profundo -aseguró la especialista-. A partir del año el cerebro del niño está preparado para dormir toda la noche”.

“El sueño no es un fenómeno lineal sino más bien dinámico, que va cambiando a medida que todo bebé crece”, coincidió Guastavino, para quien “los cambios que transitan los bebés durante los primeros años de vida son numerosos. Empiezan a rolar, a gatear, a pararse, caminar, decir las primeras palabras, angustia del octavo mes, salida de dientes, y así podría seguir enumerando sucesos importantísimos en el desarrollo de los bebés que pueden tener impacto en el sueño. El sueño es un trompo, cambia así como cambia cada bebé”.

4- “Los bebés duermen como bebés y no se puede pretender que lo hagan como adultos”

En su libro, Guastavino, hace mucho hincapié en que “las expectativas en general distan mucho de la realidad. Muchas veces el problema está en lo que los padres esperan que suceda y no en el sueño de sus bebés”. Por eso, para ella, es importante que los padres se hagan de información de confianza acerca del sueño “que los ayude a calmar ansiedades, evitar frustraciones y miedos. Cuando uno sabe lo que va a pasar o lo que puede llegar a pasar en general luego responde con mayor templanza, paciencia y seguridad, y todo eso se transmite”, consideró la especialista.

5- Hay mucho que los padres pueden hacer

Para Gandsas es primordial “mejorar la manera de pasar la noche, para mejorar la calidad del sueño nocturno”. Y en pos de ese objetivo, tal vez uno de los pocos en común que compartan todas las madres y padres alrededor del mundo, para ella durante los primeros dos o tres meses, tanto los padres como el bebé se están adaptando y es momento de ver cada cuánto come el niño y crear hábitos muy pequeños como la hora del baño, un paseo y con establecer lo que ella llama “la hora del afloje”.

“Se trata de una determinada hora del día (yo propongo 19.30/20 horas) a partir de la cual bajar la intensidad, organizar el baño y disponer al niño para dormir”, aseguró, al tiempo que señaló que “los primeros dos meses los bebés tienen que dormir alrededor de 20/21 horas por día, siempre con despertares para comer y de apoco va aumentando el tiempo de vigilia”.

A partir del cuarto mes, la especialista señaló que “comienza la síntesis de melatonina por lo que es importante que haya más regularidad en ciertos hábitos, por ejemplo, si bien el pecho sigue a libre demanda tratar que no esté a cada hora comiendo, tener pautadas hora de paseo, hora de baño y hora de dormir”.

“Entre los 6 y 12 meses -continuó Gandsas- ya se puede tener una rutina más establecida, con horas de baño, cena, etc fijas. A partir de los seis meses un bebé requiere entre tres y cuatro siestas diurnas, lo que le va a permitir llegar a la noche cansado pero no agotado: éstas deberán ser cada dos horas y media y extenderse entre 20 minutos a media hora. Y su noche de sueño empezará en la franja entre las 20 y 21 horas”.

Consultada sobre cuándo es momento de acudir al pediatra, enumeró:

- Si el niño tiene dificultades diariamente para conciliar el sueño.

- Si se duerme después de medianoche todos los días.

- Si no se duerme solo después de los cinco años.

- Si se despierta más de dos veces por noche, y le cuesta conciliar el sueño solo.

- Si al dormir ronca, hace ruido o deja por momentos de respirar.

- Si es muy inquieto durante la noche y/o sacude las piernas.

- Si tiene episodios de terrores nocturnos, sonambulismo, más de tres veces por semana.

- Si le cuesta mucho levantarse por la mañana o se duerme durante el día.

Fuente: Infobae 

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