Nutrigenética: cómo elegir la dieta más efectiva a través de un estudio de ADN

ALIMENTACIÓN Y SALUD Redacción Redacción
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Los genes nos dan nuestro sello personal, hacen que cada persona porte un código único que la acompañará por toda su vida. Para muchos, la carga genética con la que nacemos es sólo responsable de aquellas características físicas o emocionales heredadas de los padres. Sin embargo, el poder de los genes es mucho más abarcador.

Los seres humanos somos el resultado de la interacción que se produce entre nuestros genes y los factores ambientales. Por eso, al conocer la carga genética de cada individuo, se puede entender cómo nuestro cuerpo responde a los distintos factores ambientales. A través de esa información, se abre la posibilidad de reducir el desarrollo de las enfermedades más comunes.

En diálogo con Infobae, el doctor en química, Adrián Turjanski, sostuvo que entre los beneficios de conocer la carga genética individual, se destaca poder elegir cuál es la dieta más efectiva según nuestro ADN. “¿Cuántas veces uno ve que la dieta que le sirve a un amigo no nos funciona a nosotros? Cada persona es única, como su ADN, y a través de esa información se pude personalizar un plan de alimentación”, dice Turjanski, quien es además investigador de Conicet, profesor en la UBA, y asesor científico en la compañía Bitgenia, dedicada a la medicina de precisión.

“Por todo esto, se puede concluir que la genética no es tan condicionante e inmodificable después de todo, sino que los factores ambientales influyen en gran medida en nuestros genes”, agrega.

En la gran mayoría de las enfermedades los factores genéticos junto con los ambientales determinan el desarrollo o no de una afección y no los genes por sí solos. Y entre estos factores, la alimentación tiene un peso muy fuerte.

“A través de estudiar el ADN de una persona, entre otras cosas, se podrían diagnosticar más de 600 enfermedades llamadas raras o poco frecuentes (cuando afecta a 1 persona de cada 2.000) que la gran mayoría tienen origen genético, evitando tiempos de diagnóstico que en general llevan entre 5 y 10 años, conocido como ´odisea del diagnóstico´. El diagnóstico temprano en algunos casos ofrece terapias para curar la enfermedad, retrasar su manifestación o reducir algunos de los síntomas”, agrega Turjanski.

Y suma el especialista: “No hay que menospreciar el alivio de los pacientes y sus familiares al saber lo que padece. Cuando decimos preventiva en este caso, hablamos que también se puede saber para dos progenitores, si tienen posibilidad de transmitir alguna de estas 600 enfermedades a sus hijos, con lo cual se puede prevenir. Si la gente leyera su ADN podría evitar en muchos casos tener hijos con estas enfermedades tan difíciles de llevar o diagnosticar muy rápido”.

Los vínculos entre alimentación y genética

Cada una de las células del cuerpo cuenta con 23 pares de cromosomas en su núcleo, si hacemos un zoom veremos una cadena en forma de hélice, y al estudiarla en profundidad, se pueden observar secuencias de genes. En esos genes se encuentra codificada toda nuestra información para producir proteínas con funciones fundamentales como por ejemplo: determinar el color del cabello, de los ojos, formar enzimas para la digestión, hormonas, etc.

Esa secuencia genética única de cada persona contiene una enorme cantidad de información información: se estima que hay alrededor de 35.000 genes con diferentes funciones y que cada célula en su núcleo contiene 2 metros de ADN. Para decirlo en forma sencilla, si pudiéramos unir el ADN de cada una de las células de nuestro cuerpo sería lo suficientemente largo para dar veinte vueltas al sol.

Retomando el vínculo entre esta información genética y la alimentación, primero es necesario recordar que la nutrición no es sólo una cuestión de macro y micronutrientes o calorías. “Hoy en día, se sabe que los nutrientes de los alimentos no solo aportan energía en forma de calorías sino que los nutrientes interactúan con los genes de cada persona”, dice Turjanski.

Y ejemplifica: “Si tomamos como ejemplo el chocolate, luego de comerlo, la persona va a aumentar el azúcar en sangre. Ese incremento va a ser identificado por el páncreas y se van a activar genes para fabricar la hormona de la insulina y así, contrarrestar el azúcar. A su vez, se van a activar otros genes para producir hormonas que nos dan la sensación de saciedad, como la leptina, para indicarnos cuándo debemos parar de comer”.

Por lo tanto, los alimentos no sólo van a aportar energía sino que también son transportadores de información, porque una vez que ingresan a nuestro cuerpo, activan un gran números de genes de distintos órganos para digerir y metabolizar los nutrientes. Es decir, los nutrientes que comemos están interactuando con nuestro ADN.

 "Si tomamos como ejemplo el chocolate, luego de comerlo, la persona va a aumentar el azúcar en sangre. Ese incremento va a ser identificado por el páncreas y se van a activar genes para fabricar la hormona de la insulina y así, contrarrestar el azúcar”, explica Turjanski (Gettyimages)
A su vez, la ciencia estudia cómo los genes afectan la forma en la que se asimilan los nutrientes. Algunas personas cuentan con pequeñas variaciones genéticas que pueden afectar la forma en la responden a los alimentos o a los fármacos, respecto del promedio de la población.

Por ejemplo, hay personas que poseen una variante genética denominada FTO (masa grasa y obesidad asociada) que los predispone a la obesidad ya que esta variante reduce la sensación de saciedad a las personas que la tienen. En estos casos, al saber que una persona porta esta variante genética, que provoca menor saciedad, se puede inferir que una dieta 100% restrictiva no sería ideal en este caso pero, teniendo esta información, se puede implementar ejercicios físicos que ayude a quemar más calorías para mantener el equilibrio.

Una vez conocida la secuencia genética del ser humano, a través de los estudios específicos de ADN, los científicos se enfocaron en estudiar la relación existente entre los genes, la dieta y las patologías. De esos estudios surgieron dos nuevas líneas de investigación: la nutrigenómica y la nutrigenética, disciplinas englobadas dentro de la genómica nutricional.

¿Qué son la nutrigenómica y nutrigenética?

La nutrigenética busca identificar las variantes genéticas de cada persona relacionadas a la nutrición a través de un test de ADN. Estudia las diferentes respuestas fenotípicas a la dieta en función del genotipo de cada individuo. Es decir, cómo dependiendo de las variantes genéticas propias de cada persona, se van a generar determinadas respuestas a los diferentes componentes de la alimentación.

La nutrigenómica tiene como finalidad tomar decisiones sobre el plan de alimentación conociendo estas variantes. Estudia la manera en la que los nutrientes y otros componentes de los alimentos interactúan o incluso modulan el material genético. Al estudiar los dos aspectos, se puede lograr una nutrición personalizada.

Los resultados combinados de los estudios de nutrigenética y nutrigenómica otorgan recomendaciones personalizadas para cada individuo en relación a los riesgos y beneficios de consumir determinados alimentos o nutrientes teniendo en cuenta las variantes genéticas individuales. Lo novedoso es modificar el concepto de nutrición general para avanzar hacia una nutrición personalizada.

Las dietas y los genes

No existen dietas estandarizadas para cada variación genética, sino que el nutricionista debe evaluar otros factores ambientales del paciente para determinar un plan de alimentación. Dentro de estos factores se encuentran la edad, los antecedentes familiares, el índice de masa corporal (IMC), la dieta actual, las intolerancias, el nivel de estrés, la presencia de alguna patología y el nivel de actividad física, entre otros.

Algunos ejemplos de dietas según la información genética:

- Dieta vegetariana/vegana y vitamina B12

La vitamina B12 es una vitamina producida en elevadas cantidades por la bacterias presente en los intestinos de los animales rumiantes, por lo que esta vitamina se concentra en los productos de origen animal y sus derivados. En las dietas vegetarianas o veganas, al estar reducidos o libres de productos de origen animal, se exige la suplementación de vitamina b12 para evitar anemia y afección del sistema nervioso. Sin embargo, determinadas variantes genéticas pueden influir en la correcta absorción de la B12, por lo que se debe aumentar la dosis de suplementación en aquellos casos con variantes genéticas que comprometen la absorción para evitar deficiencias.

- Ayuno intermitente y obesidad y diabetes tipo 2

En algunos casos, las personas poseen variantes genéticas en las hormonas encargadas en la regulación de la ingesta de alimentos, apetito y metabolismo de lípidos. En estos pacientes, el ayuno intermitente junto con el aumento en la actividad física puede mejorar la sensibilidad de la insulina y compensar la ingesta calórica excedente por la afección genética en la regulación del apetito.

- Dieta mediterránea y riesgo cardiovascular

En aquellos casos donde el riesgo cardiovascular es mayor al promedio se recomienda realizar intervenciones alimentarias para reducirlo. La dieta mediterránea (rica en frutas, vegetales, legumbres, frutos secos, semillas) ha demostrado contribuir a una reducción del colesterol LDL y aportar compuestos bioactivos que disminuyen los radicales libres y aumentan la producción de óxido nítrico, sustancia responsable de la vasodilatación y salud arterial.

Aunque la genética juega un papel importante en el desarrollo prematuro de las patologías cardiovasculares, los factores modificables, en los que se incluye la alimentación, ejercen un efecto destacado en su prevención. Es por eso que la nutrigenética hace foco en incrementar aquellos nutrientes o alimentos que contribuyan a una correcta salud endotelial (omega 3, polifenoles, ácido fólico) y disminuir otros que favorecen su aparición (omega 6, grasas saturadas, trans, alcohol).

Los genes y su incidencia en el peso corporal

El gen FTO (masa grasa y obesidad asociada)es una de las variantes genéticas más estudiadas en relación a la obesidad, índice de masa corporal y diabetes mellitus tipo 2.

En los pacientes que se identifica esta variante genética, la actividad física es una medida clave para el descenso de peso y control de la ingesta. Por el contrario, una práctica reducida de actividad física acentúa el efecto de esta variante genética sobre la acumulación de grasa corporal.

Turjanski dice que en muchos países se está haciendo cada vez de manera más masiva esta técnica. “Se pueden detectar diversas enfermedades más comunes como las intolerancias, al gluten o posibilidad de desarrollar celiaquía, o a la lactosa, cierto tipo de diabetes, o problemas cardiacos hereditarios. En Argentina se hacen estos análisis pero con orden médica y leyendo de a uno por vez, y muchos son incompletos”.

Y cierra: “Predecir el riesgo del desarrollo de enfermedades comunes, como cáncer, diabetes o hipertensión arterial. Hoy ese riesgo se estima de muchas maneras, a veces con características clínicas (peso, edad, hábitos, si fuma o no, tipo de actividad física, etc, con la información genómica se podría estimar muchisimo mejor y eso esta ampliamente demostrado”.

Fuente: Infobae 

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