Sexo con objetos

SEXUALIDAD Ivana Alfaro
fetichismo-oso-peluche-kusE--620x349@abc

Los gustos sexuales son tan amplios como llamativos: podemos encontrar desde gente que disfruta haciendo el misionero hasta personas que se excitan con objetos. En el segundo caso, no hablamos de patología, sino de una práctica que para los sexólogos manifiesta la riqueza y diversidad erótica de los humanos.

José Ramón Alonso, neurobiólogo y autor de ' El cerebro enamorado' señala que es un tema del que, en general, se sabe muy poco, pues el número de personas que se identifican como 'objetófilos' es muy bajo y apenas hay estudios sobre ello. No obstante, Alonso recuerda que esto muestra la neurodiversidad de los individuos y que la sociedad va cambiando. Así, comportamientos que antes se consideraban aberrantes se ven cada vez más como parte de ese amplio espectro de sexualidad, atracción y amor, que es la diversidad funcional.

Pero, ¿qué es exactamente la objetofilia?

Se trata de una parafilia en la que el individuo se siente atraído emocional o sexualmente por objetos. Existen infinidad de parafilias: desde la altocalcifilia o sentirse atraído por los tacones altos, hasta la brontofilia, ser excitado por las tormentas, o la agalmatofilia y el pigmalionismo, que son el fetichismo por los maniquíes desnudos y por las estatuas, respectivamente.

En este caso, Valérie Tasso, sexóloga, escritora y embajadora de LELO en España, explica que la persona entiende en su imaginario ese objeto como algo que establece una relación simbólica poderosa. «Toma, por ejemplo, un zapato de mujer. El 'restifista', aquel que se erotiza con los zapatos, no necesita de la mujer concreta (lo que podríamos llamar 'el todo'). Es más, le puede importar un bledo quién lleva ese zapato, porque lo que realmente le estimula y centra su interés es esa 'parte' (el zapato), con la que él es capaz de desplegar todo su imaginario erótico que activa el relato de su deseo».

Aunque pueda sonar extraño –apunta Tasso– es un proceso propio de nuestra capacidad simbólica que, en cierta medida, todos utilizamos de algún modo y en todos los órdenes de nuestra vida, no solo en el plano erótico. Lo que ocurre es que en esa manera de proceder la intensidad será mayor o menor según la persona, pues esta varía mucho de un individuo a otro.

En algunos casos, este neurobiólogo expone que el aspecto fundamental es la atracción sexual, que se suele consumar mediante la masturbación, pero en otros casos es algo más 'espiritual', donde no se da tanta importancia a obtener el clímax, sino a esa sensación de unión con el objeto amado.

«Los que sienten una atracción amorosa o sexual por un objeto comentan que es una vivencia parecida a la que ellos mismos u otros sienten por una persona», indica Alonso. «Evidentemente, los que no estamos dentro de esa categoría nos resulta difícil de entender, ya que el amor implica para nosotros un proceso de ida y vuelta, en el que la comunicación y el apoyo mutuo son una parte consustancial de la relación. Pero es curioso que exista hasta una asociación de objetófilos, de personas que comparten esa preferencia sexual».

Tasso añade que en lo referente a los efectos libidinales que siente el fetichista por el objeto varían muy poco: «Algo te activa, te erotiza y a partir de ahí crece el deseo que dará lugar a la excitación». La diferencia fundamental –continúa– es que quien se erotiza viendo, por ejemplo, el pecho de una mujer, intentará 'explorar' el resto, pero el fetichista no, pues no le hace falta nada más que el objeto que cumpla con sus requerimientos, «normalmente muy específicos y exigentes, que pide su libido».

¿Se puede revertir o cambiar?
«Es un proceso que forma parte de ese despliegue dinámico que es la sexualidad y, por tanto, puede matizarse, producirse una sustitución del objeto, incrementarse el interés por él o ser eliminado como objeto de culto», asegura Tasso.

¿Cómo? A través de la propia sexualidad. «Los niños, por ejemplo, y sin llevar lo fetichista a lo infantil ni centrarnos exclusivamente en la sexualidad, suelen tener lo que el psicoanálisis llama 'objetos de transición', como es el osito de peluche o la manta». Estos objetos nos ayudan a tener una relación de iniciación y de seguridad frente a otro que no es papá o mamá. Además permiten abordar de manera protegida la difícil situación de tener que empezar a relacionarnos con los demás, ya que el osito no solo no nos hará daño, sino que será un guía cariñoso; «eso es en su sentido grande lo que significa 'erotismo'».

Terapéuticamente, Tasso señala que no se tiene por qué intervenir, siempre y cuando no se cause daño en el propio individuo, de forma que no le inhiba de un modo alarmante su libertad o la posibilidad de relacionarse con otros seres humanos.

¿Te atraen los peluches?
El término ' ursusagalamatofilia' hace referencia a la excitación sexual por los juguetes de peluche o por las personas disfrazadas con traje de animal. También recibe otros nombres como 'plushophilia' o 'peluchofilia'.

Esta es una parafilia que no es muy conocida y, salvo diagnóstico clínico que confirme que es un trastorno que necesita un tratamiento específico, se trata de una práctica sexual inofensiva. Mientras que a algunas personas les gusta mantener relaciones íntimas vestidos con disfraces de animales, a otros les produce excitación masturbarse con muñecos de peluche.

La textura de los peluches y de los disfraces de animales resultan agradables al tacto para muchas personas, lo que podría explicar esa atracción. Aunque también esa combinación entre la dulzura que transmiten y el morbo sexual podría estar detrás de ese interés

Fuente: abc

Últimas publicaciones
Te puede interesar
Lo más visto