Cómo criar hijos felices tras la separación

SER PADRES Juana Blanco
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El divorcio de una pareja es un hecho que se vive cada vez con mayor normalidad. Hoy en día es raro que en una clase no haya varios niños en esa situación y que comenten con naturalidad la relación que viven con cada uno de sus padres. La alta tasa de divorcios hace que este tema deje de ser tabú y que los niños no lo vivan como un estigma.

Sin embargo, hay que esforzarse para intentar disminuir el dolor por el que habrán de pasar cuando les sea comunicada la decisión. En este sentido los padres siempre van un paso por delante, pues son ellos los que habrán atravesado una crisis previa y se supone que han agotado todos los recursos para seguir juntos y han comenzado ya a separarse emocionalmente. Pero, tras el divorcio, conviene seguir atentos a cómo los niños van asimilando la nueva situación.

QUÉ ESPERAR DE LOS HIJOS TRAS EL DIVORCIO SEGÚN SU EDAD
Cada hijo reaccionará ante la separación según su personalidad y el modo en que haya transcurrido todo el proceso. Teniendo en cuenta su edad, por regla general suele ocurrir lo siguiente.

HASTA LOS TRES AÑOS
Los niños pequeños cuentan con menos recursos emocionales e intelectuales para afrontar la separación y por ello pueden comportarse como más pequeños de lo que son. Quizá pidan nuevamente el chupete, vuelvan a hacerse pipí en la cama, reclamen que se esté más por ellos, etc.

ENTRE LOS 3 Y 6 AÑOS
En función de su carácter el niño puede reaccionar mostrándose más rebelde de lo que era para expresar su enfado o más dócil con el deseo de hacer que sus padres vuelvan a estar juntos.

Son edades en que les cuesta aceptar la separación y, a veces, incluso se la niegan a sí mismos y a las personas de su círculo: amigos, familiares, maestros, diciéndoles que sus padres siguen juntos o que papá se ha ido a trabajar fuera.

Algunos niños de estas edades pueden llegar a sentirse culpables de la separación de sus padres, lo que les lleva a un estado de tristeza y dolor. En estos casos los padres deben intervenir de inmediato aclarando las cosas y dándoles su apoyo.

Como en la etapa anterior, pueden mostrar algún retroceso en su desarrollo, así como tener pesadillas nocturnas o somatizar su malestar en forma de fiebres, dolores de cabeza o falta de apetito, entre otras.

HASTA LOS 12 AÑOS
Es una etapa complicada para los propios niños: están acercándose a la pubertad y su propio cuerpo les exige mucha atención. Suelen enfadarse más con sus padres que en las edades anteriores y, como son mayores, a veces los padres les tienden a dar mayores responsabilidades.

Todo ello hace que tiendan a mostrar su rabia y a no querer aceptar fácilmente la situación, culpando a quien haya tomado la decisión de todos sus problemas o bien buscando alianzas para que se reconcilien. Ya no niegan el hecho de la separación pero se sienten incómodos por tener que ir de una casa para otra.

EN LA ADOLESCENCIA
Ya tienen una personalidad más formada y tenderán a hacer juicios morales sobre el comportamiento de los padres, pudiendo criticar a uno u a otro por su decisión y la situación en que ha quedado la familia según las razones que se den.

En cuanto a la reacción, puede que se hagan "mayores" de repente para ejercer el papel de quien ha abandonado la casa o que se sientan descuidados y puedan caer en conductas negativas si hay una mayor permisividad.

CÓMO EVITAR EL SÍNDROME DE ALINEACIÓN PARENTAL
Cuando el divorcio no ha sido bien resuelto en el plano emocional o ha habido problemas durante el proceso legal y los acuerdos consiguientes, los hijos suelen utilizarse como moneda de cambio e incluso de chantaje para hacer daño al ex-cónyuge, anteponer los intereses personales y aumentar los conflictos.

El síndrome de alienación parental, definido por el psiquiatra Richard A Gardner en 1985, suele darse en situaciones de separación muy conflictivas, si bien no es exclusivo de los divorcios.

Los hijos afectados por él desarrollan un odio injustificado hacia el padre o la madre y sus familias respectivas, fruto del lavado de cerebro que lleva a cabo el otro progenitor. Ante la arbitrariedad de esta situación y la inmadurez de los niños, este síndrome está considerado como una forma de maltrato infantil.

En estos casos se desvaloriza y desprecia delante del niño al progenitor que se quiere excluir, se le niegan las visitas y se miente al niño sobre el cumplimiento de sus compromisos, todo ello a fin de que el niño llegue a despreciarle y no desee verle.

Para que no haya más complicaciones de las necesarias en esta fase conviene:

Llegar a acuerdos que resulten saludables para todos, tanto desde el punto de vista emocional: residencia de los niños, visitas del cónyuge, etc., como desde el punto de vista material: pensión alimenticia, complementos económicos, etc. Si la pareja está muy deteriorada y le cuesta alcanzar estos acuerdos por sí misma es muy recomendable acudir a un mediador familiar.

Cumplir los pactos que se hayan alcanzado sobre los hijos y si aparecen dificultades dialogar entre los adultos para llegar a una solución que admita una mayor flexibilidad puntualmente.

No entrometerse en la relación que los hijos mantengan con su padre o su madre después de la separación, a no ser que observemos que es perniciosa para ellos, pero no para descalificarle porque sí.
Mantener el mismo tipo de normas y educación en ambas casas. El cónyuge que tiene a sus hijos el fin de semana no debe excederse en darles solo cumplidos y caprichos, ni llenar todo el tiempo con actividades. Puesto que no se han visto durante días hay que buscar momentos para conversar tranquilamente.

El niño debe disponer en ambos hogares de todas aquellas cosas que le resultan familiares y le permitan sentirse en su hogar; no se trata de que vaya a la casa que no es en la que vive habitualmente y sentirse como si estuviera de visita.
En cualquier caso, recordemos que muchos de los problemas que aparecen en los niños no son consecuencia directa del divorcio, sino fruto de la relación familiar anterior al mismo: disputas entre los padres, clima de tensión, descuido de la educación de los hijos, etc., y que muchas veces es preferible un divorcio en condiciones que una mala relación de pareja.

¿CÓMO CONSEGUIR QUE LOS HIJOS ACEPTEN A UNA NUEVA PAREJA?
No siempre es fácil rehacer la vida familiar con una nueva pareja cuando uno de sus miembros o los dos tienen hijos de una anterior relación.

La aceptación de la nueva persona puede llevar un tiempo y supone un acercamiento y un conocimiento de la misma. Por ello deben planificarse bien los primeros pasos y estar preparados para las contrariedades que puedan surgir.

Teniendo en cuenta que los niños son los más frágiles de todo este entramado, el hecho de que el padre o la madre rehagan su vida supone para ellos un cambio notable, por lo que conviene tener presente:

Dejar pasar un tiempo tras la separación antes de presentar a la nueva pareja. Así se habrán hecho ya a la idea del divorcio, no verán a esa persona como un rival en su relación con su padre o madre y podrán aceptarla con más facilidad.
Es preferible haberles hablado de la nueva persona antes de que la conozcan.

Los primeros encuentros deben ser relativamente breves y mejor en un lugar que no sea la propia casa: una comida, un paseo, una tarde de cine... procurando que se cree un clima de distensión.
Los niños más pequeños aceptarán más fácilmente una nueva relación que los de más edad, mientras los adolescentes son quienes pueden mostrar más rechazo.

Dejarles muy claro que, aunque papá o mamá tengan un nuevo compañero, ellos continúan teniendo a los papás de siempre y que no van a perder su afecto y atención.
Al principio es fácil que los niños se opongan diciendo "tú no eres mi padre (o mi madre)". Ante este tipo de frases conviene responder serenamente diciéndole: "Es verdad, no soy tu padre (o madre), pero a él le gusta que las cosas las hagas así y yo también creo que es mejor". De este modo, sentirá que nadie rivaliza con nadie.

Fuente: cuerpomente.com

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