Intentar caer bien a todo el mundo causa mucha insatisfacción

NOTICIAS DE INTERÉS Melissa González
caer-mal-alguien-kh4E--620x349@abc

Las personas somos seres sociales y tenemos una necesidad de pertenencia al grupo muy acentuada. En tiempos prehistóricos, tener un grupo y vivir con él podía garantizar la supervivencia y, en la actualidad, tener amigos y caer bien puede verse como un indicador de éxito e incluso de adaptación a la sociedad.

Sin embargo, no se puede gustar a todo el mundo, ¿verdad? Por mucho que se empeñen algunos por sentir que agradan a todos aquellos que conoce, esto puede no darse y, en verdad, no pasa nada. No siempre llueve a gusto de todos y en muchos momentos podemos sentir que caemos mal a alguien aunque en la mayoría de casos esta sensación tiene más que ver con nuestros pensamientos que con la realidad

 Laura Fuster, psicóloga en Valencia, expone que, en general, solemos interpretar gestos o comentarios de los demás como negativos cuando realmente pueden no serlo: «Son habituales los pensamientos: 'seguro que le caigo mal', 'lo ha dicho para molestarme', 'lo ha hecho a propósito', etc., pero tendríamos que analizar el caso concreto y determinar si esos pensamientos tienen que ver con la realidad o con una interpretación nuestra».

Eso sí, podríamos ser realmente conscientes de que caemos mal a alguien si alguien nos lo dice directamente. La psicóloga cuenta que en las sesiones hablan de que muchas veces los gestos que percibimos pueden ser simplemente interpretaciones nuestras. «Evidentemente, una persona no va a ser tan directa de decírnoslo si no quiere pasar tiempo con nosotros, por lo que se puede evidenciar si no busca nuestra compañía, no nos pregunta por nuestra vida, rechaza planes que proponemos, etc.», asegura. Aún así, tendremos que analizar si esos comportamientos se deben a alguna circunstancia personal que no hemos tenido en cuenta. Por ejemplo, puede ocurrir que la otra persona esté pasando un mal momento personal y no nos lo haya contado... «Seguramente, rechace todos nuestros planes pero no porque le caemos mal, sino porque su estado de ánimo está bajo», indica.

No se puede caer bien a todos
No obstante, ¿qué necesidad tenemos de querer agradar a todo el mundo? Y, en cambio, la hay... Al parecer, y tal como expone la experta, «necesitar caer bien a todo el mundo» es uno de los pensamientos que más se trabajan en sus sesiones a través de la terapia cognitiva, especialmente en dos etapas concretas de nuestra vida. «En algunas fases de nuestra vida se ve más acentuada, como en la infancia pertenecer a la familia y en la adolescencia al grupo de iguales (gente de nuestra edad, clase, etc.). Pero conforme vamos creciendo, aprendemos que esto no siempre puede ser así y que nuestro número de amigos y personas de confianza cada vez será más reducido», confiesa.

En algunos casos, estas experiencias generan incluso malestar y la persona en concreto intenta por todos los medios caer bien y adaptarse a los demás... «Esto es peligroso porque causa mucha insatisfacción y podemos acabar sin saber quiénes somos y qué cosas nos gustan», dice Laura Fuster, que alerta de que en algunos casos la persona ha tratado de complacer a los demás por todos los medios y «al final se ha olvidado de ella misma».

 
Para evitar ese malestar, hay una serie de directrices por parte de la psicóloga, como analizar los pensamientos realizando una lista de aquellos que vengan a nuestra mente cuando nos sentimos incómodos con alguien y analizar si son objetivos o no, entre otros.

Algunas preguntas que pueden ayudarte son:

- «¿Esa persona me ha dicho directamente que le caigo mal?».

- «¿Los gestos que interpreto pueden deberse a otras causas? (que la persona esté cansada, enferma, etc.)».

- «¿La otra persona actúa así con todo el mundo o solo conmigo?»

- ¿Esos gestos pueden deberse a la forma de ser de esa persona? (timidez, hablar de manera tajante, etc.).

Además, hay tres factores a tener en cuenta para que el hecho de caer bien o mal a alguien no sea lo que tengamos la mayor parte del tiempo en la mente:

1. Aceptación. Tenemos que tener claro que no podemos caer bien a todo el mundo. «Es habitual que pensemos que tenemos que gustar a todas las personas y también ellas a nosotros pero esto, además de irracional, es imposible», señala Laura Fuster.

2. Ser asertivos. Si después de analizar nuestros pensamientos seguimos considerando que la otra persona tiene comportamientos que nos afectan, podemos ser claros y decírselo. La asertividad implica ser sinceros y expresar lo que sentimos, respetándonos a nosotros mismos y también a la otra persona. Un ejemplo que podríamos llevar a cabo es «he notado que cuando te estresas elevas tu tono de voz conmigo y eso me hace sentir mal».

3. Poner límites. Laura Fuster anima a poner ciertos límites una vez hemos hablado con la otra persona y la situación no ha cambiado mucho... «Puedes decirle 'entiendo que estés estresado pero no quiero que me hables con un tono elevado'».

Fuente: abc

Últimas publicaciones
Te puede interesar
Lo más visto