Síndrome de «esqueísmo»: cuando las excusas dominan tu mente

NOTICIAS DE INTERÉS Maia CASARES
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Esqueísmo: Dícese de la tendencia humana a buscar justificaciones (excusas) a su conducta tóxica en lugar de buscar soluciones o aprendizajes. La definición de este concepto es obra de la psicóloga Teresa Terol ( @terol_psicologia) y, aunque el «síndrome del esqueísmo» no exista en los manuales diagnósticos oficiales, asegura que lo ha inventado porque «etiquetar las cosas, incluyendo las actitudes, las hace tangibles, ayuda a generar conciencia y nos facilita tomar las riendas».

El problema del «esqueísmo» o de esa sucesión de «es que...», «es que...» y «es que...» que nos impide actuar y nos aleja de ser quienes queremos ser es que, tal como explica Terol, damos una veracidad y una credibilidad a todo lo que nace de nuestro cerebro basada en la supuesta autenticidad, es decir, nos creemos a nuestra voz interna, a la voz de nuestros pensamientos porque pensamos que somos realmente nosotros los que hablamos. Pero en realidad nuestra mente no funciona de esta manera, según revela la psicóloga. «Tenemos pensamientos constantes. Cada tres segundos pueden llegar a nuestra mente cientos de pensamientos. Y ni todos son racionales ni todos tienen valor, ni todos son verídicos ni reales. Por tanto lo que tenemos que hacer es desmontarlos, no justificarlos. Tenemos que analizar qué es lo que hay detrás de esos pensamientos», propone. Pero esto implica llevar a cabo un trabajo de gestión y de autoconocimiento, pues detrás de ese «síndrome del esqueísmo» está, según explica la experta, un fenómeno que se llama disonancia cognitiva. Y esto lleva a que cuando tienes comportamientos tóxicos y tomas conciencia de ello generas un malestar contigo mismo. Y eso no le gusta a tu cerebro, pues existe una incongruencia entre «lo que haces» y «lo que dices que quieres hacer».

Veámoslo con este ejemplo que propone la psicóloga: Imagina que te levantas una mañana con el propósito de comer sano y ese día vas a comer con tus compañeros a un restaurante con bufet libre. Cuando llegas allí y ves la lasaña, las patatas bravas y las tartas del postre empiezas a pensar que vas a elegir lo que más te apetezca y empiezas a ponerte excusas: «es que total por un día», «es que es la primera vez que vengo y quiero probarlo», «es que todos cogen de todo y no voy a ser yo la rara»... Tu parte emocional del cerebro (la de las excusas y la que quiere hacer lo que le apetece) intenta convencer a la parte racional que es en realidad la que ya había tomado la decisión volitiva de comer sano. De alguna manera esa parte emocional se convierte en una especie de niño interior, según explica la psicóloga, que no para de recitar las excusas y llega un punto en el que, si la parte emocional convence a la racional, acabaremos haciendo lo que dice la emocional pues la mente no puede estar en disonancia, es decir, está programada para romper la llamada disonancia cognitiva y así la parte racional convierte las excusas y las justificaciones en argumentos del tipo: «Es verdad que un día es un día, es cierto que nunca he venido antes y es cierto que no quiero que piensen que soy rara por comer solo lo sano». ¿El resultado en el caso del bufet libre? Que te acabas creyendo tus propias excusas.

¿Es lo mismo «querer» que «desear»?
Y ahora viene la pregunta. Entonces, en el ejemplo anterior, ¿hemos hecho mal en hacer lo que queríamos? Y la psicóloga matiza que en realidad no hemos hecho lo que queríamos («comer sano») sino lo que más nos apetecía («comer lasaña, patatas fritas y tarta», por ejemplo). El matiz está en que podemos combatir esas excusas que parecen dominar nuestra mente y que, desde el punto de vista conductual la solución está en que para hacer «lo que quiero» y no «lo que me apetece» se requiere disciplina. Pero lo habitual es que entendamos este concepto, el de disciplina, de una forma disciplina. Incluso, tal como bromea la experta, nos viene a la mente sin querer la imagen de un profesor con una vara de madera golpeando la mano de un alumno cuando se equivoca. Pero lo cierto es que, según aclara Teresa Terol, la disciplina tiene que ver con el amor propio: «Disciplina es quererse, es la parte de nosotros que trabaja para cuidarse y para lograr lo que se pretende sin dejarse llevar por los impulsos inmediatos ni por lo que nos apetece».

Para la psicóloga el deseo y la felicidad son incompatibles. «El deseo es esa parte cortoplacista que nos invita a hacer lo que nos apetece, pero muchas veces eso que nos apetece que es incompatible con lo que queremos y, además, solemos confundirlo», argumenta. Así, los «es que», los pensamientos boicoteadores y las excusas se agarran siempre a lo que nos apetece y procuran convencer a la mente racional diciéndole cosas como «nunca hago lo que quiero», pero la experta insiste en la necesidad de no confundir lo que nos apetece con lo que queremos. Volvemos así a la disciplina entendida como amor propio, esa que nos permite proteger lo que amamos, lo que queremos, lo que quieres ser y en lo que te quieres convertir.

Por tanto, frente a la amenaza del «síndrome del esqueísmo» tenemos dos opciones, según explica la psicóloga. Una es aceptar que lo que estamos haciendo es ponernos excusas para no hacer lo que realmente queremos y aprender de ello. «Esto es doloroso a corto plazo pero beneficioso en el largo plazo», revela. Y la otra es dejarnos llevar por el esqueísmo poniendo excusas que nos eliminen el malestar y que nos hagan creernos nuestras propias mentiras para sentirnos mejor en el corto plazo con nosotros mismos o frente a otros. «¿Qué opción crees que te hará feliz?», plantea.

Fuente: abc.es

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