Mujeres de 40: el nuevo grupo de riesgo de los trastornos de la alimentación

ALIMENTACIÓN Y SALUD Carola LEVI
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Marta siempre hizo dietas, fue flaca y le interesaba verse bien. A los 38, se obsesionó con las maratones, ir al gimnasio y entrenarse. Pero el detonante de su trastorno de la alimentación fue la muerte de su marido cuando ella tenía 45 años.

"Ahí dejé de comer y me empecé a hinchar. El médico a domicilio me dio diuréticos y me encantaron porque empecé a perder más peso. Comía sólo verduras y ensaladas. Ésa era la dieta. Al principio me sentía bien, pero al tercer año ya no me podía levantar de la cama y me tuvieron que internar", dice esta mujer que hoy reconoce haber tenido anorexia.

Abusó de los diuréticos y los laxantes, y llegó a pesar 37 kilos. Al momento de su internación tenía el potasio y el sodio por el piso, se le caía el pelo y no tenía energía para nada. Hoy, Marta está en un proceso de recuperación, pesa 44 kilos y encontró un nuevo sentido a su vida: ayudar a otras mujeres con problemas psicológicos.

Como ella, son cada vez más las mujeres a las que se les diagnostica un trastorno alimentario entre sus 40 y 50 años. Puede que lo hayan padecido durante años sin nunca haber buscado ayuda, que hayan sido tratadas en su juventud y haber tenido una recaída o haberlo desarrollado por primera vez en su adultez.

Sin nombre... por ahora

"Es algo que vengo viendo en el consultorio en los últimos años", explica Juana Poulisis, psiquiatra y autora del libro Los nuevos trastornos alimentarios. "Con la menopausia las dietas restrictivas que venían haciendo no les alcanza y recurren a cualquier cosa, desde tratamientos estéticos, cirugías, hasta preparados para adelgazar indicados por médicos que venden espejitos de colores, aduciendo que son naturales. Pero contienen anfetaminas, diuréticos, hormona tiroidea y terminan descompensándose clínicamente, adictas a ellos o intoxicadas".

Dieta estricta que lleva a atracones, hiperactividad física y exceso de sustancias son parte de un cóctel explosivo que puede llevar a estas mujeres a la muerte.

"Son pacientes que tienen un perfil para desarrollar un trastorno de la alimentación. Siempre fueron dietantes, inquietas, que siguieron la moda de estar bien y que en su edad menopáusica se les dispara esta tendencia", detalla Stella Maris García, jefa de Nutrición del Grupo Galeno.

Son muchos los factores de estrés que comúnmente ocurren en la mitad de la vida de estas mujeres y que dan comienzo a los trastornos alimenticios o a su reaparición. Pueden ser divorcios, dificultades para llevar a cabo el rol materno, la muerte de los padres o pareja, problemas en la carrera profesional y económicos, el síndrome de nido vacío o los cambios emocionales y fisiológicos debido a variaciones hormonales.

"Con la menopausia, hay mujeres que siempre fueron flacas y que se empiezan a sentir incómodas con los cambios en su cuerpo. Se conjugan varios factores, como los replanteos existenciales, la presión social a no envejecer, el deterioro físico que todas las mujeres empiezan a tener y el estrés de seguir produciendo. Esto hace que tiendan a estar mucho más obsesivas por la imagen. No sé qué nombre ponerle pero calculo que en algún momento se le empezará a llamar de alguna manera", afirma Alicia Alemán, psicóloga y coordinadora general de La Casita, organización dedicada a los trastornos alimentarios en adolescentes.

Para Sandra, cumplir 40 años fue un antes y un después en su vida. Se sentía fea, vulnerable, estaba estresada, el trabajo la demandaba más de lo que quería y no podía manejar la presión. Le diagnosticaron hipotiroidismo, aumentó de peso y su cuerpo cambió.

"Tuve miedo de perder el control y, de alguna manera, puse la misma energía que ponía en el trabajo en manejar mi alimentación. Me obsesioné, mi ánimo dependía de lo bien controlada que había estado y la cantidad de ejercicio que había hecho. Se transformó en mi tema de conversación, horas frente al espejo denigrándome, no toleraba estar en mi cuerpo. No me sentía atractiva y creía que mi marido ya no estaba interesado en mí", cuenta Sandra, que tomaba más dosis de hormona tiroidea para acelerar su metabolismo, creyendo que esto no tendría ninguna consecuencia negativa.

Un día se desmayó en su clase de spinning. Cuando le hicieron el electrocardiograma, le encontraron una arritmia y sus valores tiroideos totalmente desestabilizados. Al salir de la guardia clínica, su marido la acompañó a hacer una consulta psicológica y hoy está en proceso de recuperación.

"Estas mujeres tienen que saber que lo que están haciendo les pueda costar la vida. Pero lo más desesperante es que solo les interesa estar más flacas, sin importar las consecuencias. Y el problema es que son muy pocas las instituciones que trabajan con los trastornos alimentarios en mujeres mayores de 30 años", agrega Poulisis.

Problema mundial
Si bien el fenómeno no cuenta aún con estadísticas que permitan tener una radiografía certera, la tendencia es global. Los profesionales de la salud están empezando a observarla nivel mundial. En el Reino Unido investigaron la prevalencia de los trastornos de la alimentación en una muestra de mujeres adultas. Los resultados se publicaron en un estudio de la BMC Medicine.

Fueron observadas un total de 5320 mujeres de mediana edad y se descubrió que el 3% sufría de un tipo activo de trastorno alimentario, una cifra superior a la que se esperaba cuando se comenzó a investigar esta tendencia.

Nadia Micali, del Departamento de Psiquiatría de la Icahn School of Medicine en el Mount Sinai, de Nueva York, y autora principal del estudio, señala que "este demuestra que los trastornos alimentarios no se limitan solo a las primeras décadas de la vida y que tanto los crónicos como los que recién aparecen se tornan evidentes en la mediana edad".

De hecho, el estudio descubrió que alrededor del 15,3% de las mujeres señalaron que habían sufrido de trastorno alimentario en algún momento de sus vidas, y el 3,6% dijeron que los padecieron en los últimos 12 meses.

"Estamos atravesados por una cultura de la inmediatez, entonces la sensación de quedar vacías o tener la panza chata hace que estas mujeres abusen de los laxantes o diuréticos, que en realidad no sirven para adelgazar. Tienen un primer efecto de pérdida de líquido pero en el largo plazo son muy nocivos. Lo primero que me preguntan cuando llegan a la consulta es cómo pueden bajar los 'flotadores'. Y en realidad, el objetivo es que puedan aprender a convivir con ellos. Hay que poner en la balanza si privilegiamos tener una masa muscular aceptable o tener un cuerpo de Barbie a los 60 años", dice García.

Poulisis aporta otra dato a tener en cuenta: "Durante la menopausia, también existe una mayor tendencia a los cuadros depresivos y de ansiedad, y esto también colabora a la manifestación de un trastorno alimentario. Muchas veces, tanto los atracones, como las purgas y el ejercicio compulsivo funcionan como ansiolíticos, dándole a la paciente cierto bienestar momentáneo. Por eso, la predisposición a la recaídas. Parte del tratamiento es enseñarles a manejar las emociones negativas, el malestar y las frustraciones de la vida con herramientas más positivas".

Los cuadros más graves se dan cuando el cuerpo no aguanta más y tiene un catabolismo proteico, una deshidratación, una arritmia o una falla renal. "Son pacientes con gran deterioro físico, como si los hubieran chupado. Se internan por deshidratación, por un desbalance del sodio y el potasio que implica riesgo. Primero hay que hidratarlos para que no tengan un problema cardíaco. Y después realimentarlos lentamente para sacarlo del riesgo nutricional", dice García. "Por ejemplo, tuvimos que internar a una señora que descorchó su bulimia a los 65 años. La había podido controlar durante su etapa laboral, después se jubila y tiene que convivir en un entorno hostil con el marido y se fue para su lado más frágil que era su trastorno alimentario. La internamos por una hemorragia intestinal y ahora está en tratamiento."

En los casos de las mujeres adultas, la aceptación funciona también como un gran enemigo. El "qué linda y flaca que estás" o el "quiero ser como vos" que reciben de su entorno todos los días sirve no sólo como incentivo para seguir por el mismo camino, sino que exacerba el problema.

Marta reconoce que ella le pedía a su hijo que le comprara los diuréticos como si fuera algo normal. "Mi familia estaba acostumbrada a que comiera poco. Hoy me retan. En general, tendés a decir que sos vegetariana para no comer carne. Ahora como pollo y pescado. Uno no se da cuenta, pero juega con el límite entre la vida y la muerte. Llegás al punto en que no tenés energía, no podés caminar más de dos cuadras ni disfrutar de nada. Lo único que te consuela es estar flaca", agrega Marta. Estudiar acompañamiento terapéutico fue, para ella, encontrarle un nuevo valor a la vida.

Según García, el trasfondo de la cuestión sigue siendo social y tiene que ver con que las personas no pueden reconocer el tiempo vivido. "Y una mujer de 50 tiene que reconocer su edad y vivir con la falta de hormonas, cansándose más, haciendo un ejercicio físico programado, con un plan de alimentación que cubra su calcio y su hierro."

En esta misma línea, Alemán afirma que "el problema es que estamos muy poco acostumbrados a la aceptación de nuestras etapas vitales. Nos falta entender que atravesarlas está bien y puede ser maravilloso".

Posibles factores de estrés en la mitad de la vida
Divorcio
Problemas de relación
Dificultades para llevar a cabo el rol de padres
La muerte de los padres
Dificultades en la carrera profesional
Dificultades económicas
Síndrome de nido vacío
Cambios emocionales y fisiológicos debido a variaciones hormonales en la menopausia
Miedo a envejecer
Deseo de verse más joven y más delgada de lo que la edad permite
Los hombres también se obsesionan
Muchos hombres a edades maduras comienzan a padecer de la obsesión de mantenerse eternamente jóvenes. Emprenden jornadas de ejercicio eternas y dietas obsesivas.

Las especialistas sostienen que no es dañino hacer actividad física y cuidarse saludablemente con las comidas, pero que llegar a cualquier extremo es riesgoso.

"He tenido pacientes que me consultaron por disminución de la líbido, sin saber que una mala y deficitaria alimentación, y rutinas de ejercicio compulsivo, pueden ser la causa de su bajo deseo y rendimiento sexual.

Generalmente los hombres llegan a la consulta por las consecuencias de su obsesión alimentaria, por lesiones que se generan por rutinas interminables, cansancio, depresión y falta de deseo", explica Juana Poulisis, psiquiatra y autora del libro "Los nuevos trastornos alimentarios".

En ocasiones ingieren suplementos, hormona de crecimiento, creatina para incrementar la masa muscular con consecuencias perjudiciales también en la salud.

"No olvidemos que estos hombres maduros y exigentes que tienen esa mirada tan fuerte en la delgadez y la perfección también exacerban la presión y obsesión en las parejas y los hijos adolescentes", agrega Poulisis.

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