Positividad tóxica: cuando te niegas a aceptar que estás mal

Ignorar las emociones que sentimos en situaciones que nos producen incomodidad o desagrado nos lleva a padecer positividad tóxica

SALUD Julia VOSCO
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Igual de pesado puede resultar escuchar a alguien que se queja de todo constantemente que al optimista de turno que no es realista y derrocha positivismo por doquier. Y este tipo de personas que son capaces de apartar en todo momento las emociones «negativas» sufren de positividad tóxica.

Sí, ser optimista también tiene un lado oscuro, y es que considerar que solo hay que poner el foco de nuestra atención en sentirnos siempre bien, aunque las circunstancias sean negativas, viene a ser algo tóxico en la personalidad de quienes así lo sienten. Aquellos que tratan por activa y por pasiva de no tener emociones, pensamientos y recuerdos incómodos de nuestra vida padecen positividad tóxica.

Miguel Ángel Rizaldos Lamoca, psicologo clínico, advierte de que felicidad continua no existe y «quien lo afirma miente». Buscar el bienestar propio no quiere decir que nunca tengamos emociones negativas o incomodas, o que las circunstancias negativas nunca nos derrumben. «Para saber valorar nuestro bienestar, en ciertas ocasiones hay que transitar por el malestar. Esto es lo natural, es la realidad e incluso diría esto es lo más sano. Aceptar que en el día a día tendrás periodos de malestar te generará mayor bienestar», dice.

El problema de la llamada positividad tóxica es, tal como dice Miguel Ángel Rizaldos Lamoca, ignorar las emociones que sentimos en situaciones que nos produzcan incomodidad o desagrado. Todas las emociones, incluidas las «negativas» o molestas, son necesarias para tomar decisiones y llevarlas a cabo.

«Permitirse el sentir todas las emociones fomenta la resiliencia, que es la capacidad de adaptarnos y superar las situaciones adversas. Negar continuamente todo lo 'negativo' que sentimos en circunstancias difíciles es agotador y además hace que bloquees las emociones», advierte el psicólogo. A medio plazo tampoco sentirás las emociones positivas y te sentirás apático porque no experimentas lo malo, pero tampoco lo bueno.

Es por ello que bloquear las emociones que no nos hacen sentir bien puede tener consecuencias desfavorables en la salud. Advierte el psicólogo que cuando fuerzas no sentir las emociones negativas, el cuerpo llama la atención sobre ese problema y somatiza. Para el experto, estar constantemente reprimiendo las emociones es agotador física y mentalmente: «No resulta saludable y no se puede mantener en el tiempo, es insostenible».
Lo idóneo, por tanto, es no llevar el ser optimista a lo superficial y extremo. La psicología positiva se ha distorsionado por los «vendedores de humo» y/o 'coaches'. Indica Miguel Ángel Rizaldos Lamoca ( @rizaldospsicologo) que poner el foco de atención en los aspectos que la ciencia nos ha demostrado que nos hace tener mayor bienestar en nuestra vida, es idóneo y sano.

«Surge el problema cuando es llevado a cabo por aquellos que no son profesionales de la salud mental que pueden llegar a generar en la persona una baja capacidad de afrontar circunstancias adversas. Negar las situaciones incomodas, duras, dolorosas y dañinas de la vida es como ver la realidad parcialmente como si nos faltara la visión en un ojo», manifiesta.

Signos para detectar la positividad tóxica
Reprimir o disimular lo que realmente sientes.
Ignorar y no querer sentir las emociones negativas o incomodas (tristeza, ira, enfado…).
Creer que no tienes derecho a sentir lo que sientes.
Tratar de sacar a toda costa lo positivo de todo lo negativo que te pase.
No tolerar, ni permitir que las personas de tu entorno expresen sentimientos negativos o incómodos.
Resignarse, que es muy distinto de aceptar las emociones negativas.
Querer tener el control absoluto de tu propio bienestar.

La psicología positiva aplicada por psicólogos es una herramienta muy útil. Emplearla de forma incorrecta por no profesionales de la salud genera una visión muy simplista y parcial de la realidad que genera a medio plazo indefensión aprendida, o sea, antesala de una posible depresión.

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