El sobrepeso y la obesidad infantil son formas de malnutrición

El coronavirus despertó preocupación en el mundo por su fuerte impacto en las personas excedidas de peso, sobre todo en adultos.

ALIMENTACIÓN Y SALUD Julia VOSCO
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La falta de tiempo, poder adquisitivo y los malos hábitos afectan directamente la forma en la que se alimenta la gente. Si bien el coronavirus puso en alerta al sistema de salud pública por su grave impacto en la población con sobrepeso y obesidad, la realidad es que este problema es una constante que también afecta a los más chicos -y cada vez más-, en la Argentina. Según datos oficiales, más del 50% de la población de nuestro país tiene exceso de peso. Esto aumenta el riesgo de tener más de 200 problemas de salud, como, por ejemplo, diabetes, hipertensión arterial (presión alta), enfermedades respiratorias crónicas, enfermedades de los riñones, del hígado y algunos tipos de cáncer.

En los chicos, el problema va en ascenso, según los informes de la Organización Mundial de la Salud (OMS). El peso corporal por encima de lo normal puede provocar que los menores comiencen a tener problemas de salud que antes se consideraban exclusivos de los adultos, como diabetes, presión arterial alta y colesterol alto. También puede generar baja autoestima y depresión.

El fenómeno es global y afecta cada vez más a países de bajos y medianos ingresos, sobre todo en las zonas urbanas. La prevalencia aumenta a un ritmo alarmante y la Argentina no está exenta de este cuadro.

¿Una epidemia que la mayoría de la sociedad ignora?
Según los resultados de la segunda Encuesta Nacional de Nutrición y Salud (ENNyS), el sobrepeso y la obesidad son las formas más frecuentes de malnutrición en la Argentina, con una proporción de exceso de peso del 13,6% en niños menores de 5 años y del 41,7%, en niños y adolescentes de entre 5 y 17 años.

En dicha encuesta, se abarcó a 21.358 personas que viven en ciudades de al menos 5.000 habitantes de las seis regiones en las que se suele dividir el territorio nacional: Noroeste (NOA), Nordeste (NEA), Cuyo, Centro, Buenos Aires (GBA) y Patagonia. La muestra se dividió en tres rangos etarios: 0 a 23 meses, 2 a 17 años y 18 años o más; el 52% fueron mujeres y el 48%, hombres.

Con Bienestar habló sobre esta nueva epidemia infantil con la licenciada en Nutrición Jorgelina Azzaro (M.N. 6.371), que mostró preocupación frente al auge de menores con exceso de peso en la Argentina. Para la especialista, los factores que aumentan el riesgo de sobrepeso y obesidad son:

Alimentación
Uno de los principales factores de riesgo para desarrollar obesidad es la elevada ingesta calórica. En la Argentina, en las últimas décadas, “el consumo de alimentos y bebidas se ha modificado, observándose una disminución en el consumo de frutas, vegetales, legumbres, lácteos y un importante aumento en el consumo de productos de bajo valor nutricional y elevado contenido de azúcares, grasas saturadas y trans, sal y la ingesta frecuente de bebidas azucaradas. Cada vez, hay más evidencia acerca del consumo de gaseosas y el desarrollo de obesidad”, explicó Azzaro.

Para ella, existe un desplazamiento en la alimentación basada en comida casera -preparada con alimentos reales (sin procesar o mínimamente procesados)-, por otros que se basan cada vez más en productos ultra procesados, que fueron manipulados por la industria, con el agregado de grandes cantidades de azúcares, grasas, sal, resaltadores del sabor que provocan que no se pueda dejar de comerlos y que, al terminar un paquete, se quiera abrir otro.

Inactividad física
Azzaro explicó que la disminución de la actividad física debido a los estilos de vida cada vez más sedentarios -donde los niños pasan mucho tiempo frente a la televisión, la computadora, el celular o los videojuegos- se suma al consumo de snacks y bebidas calóricas poco saludables durante y en el transcurso de esos pasatiempos. “Un niño no debería estar más de dos horas diarias frente a pantallas de los dispositivos”, advirtió.

Factores hereditarios
De acuerdo con la especialista, un niño con padres obesos tiene más probabilidades de desarrollar sobrepeso. “Está establecido que, si ambos padres son obesos, el riesgo de desarrollar este problema es del 80% aproximadamente, mientras que, si sólo uno de ellos lo es, ese riesgo hereditario disminuye al 40%. Si ninguno de los progenitores sufre este problema, el riesgo de los menores de sufrir sobrepeso es de apenas el 5%”, explicó al mismo tiempo que aclaró que esa predisposición genética no es condicionante para que el niño sea obeso, ya que eso se puede evitar en un entorno saludable, con buenos hábitos alimentarios y un estilo de vida activo.

Hábitos y comportamientos aprendidos
“Los bebés y los niños pequeños reconocen muy bien sus señales de hambre y saciedad, dejando de comer cuando están satisfechos. Una mala costumbre de algunos padres es obligarlos a terminar el plato de comida o amamantar al bebé cada vez que llora, dando por sentado que eso es porque tiene hambre. Tal vez, el recién nacido llora porque tiene el pañal sucio, cólicos o simplemente porque necesita contacto con su mamá”, explicó la especialista.

Por su parte, la Secretaría de Salud define a la lactancia materna como “una de las principales estrategias contra el sobrepeso infantil”, y se incluyeron en la encuesta de ENNyS a unos 5.700 niños de entre 0 y 23 meses. “Sólo el 43% de los menores de seis meses recibe lactancia materna exclusiva (LME)”, dijo Diana Fariña, directora nacional de Maternidad e Infancia, que desglosó los motivos: “El 26% de las madres respondió: ‘Me quedé sin leche’; el 17% dijo que ‘el niño dejó solo’; el 16% que ‘el niño se quedaba con hambre’; y el 10%, que tuvo que salir a trabajar”, comentó.

Otros comportamientos equivocados de los padres -según Azzaro- es premiar a los hijos con comida porque se portan bien o porque realizan alguna actividad que les piden los adultos. “Estos hábitos aprendidos hacen que los niños coman sin importar si tienen hambre o no, como también ante situaciones de estrés, ansiedad o aburrimiento, sin respetar las señales fisiológicas de hambre y saciedad”, alertó.

Posibles complicaciones en chicos con obesidad:
La especialista enumeró los problemas que pueden sufrir los menores con obesidad o sobrepeso:

Diabetes tipo 2: es una enfermedad crónica que afecta el metabolismo del azúcar en sangre (glucemia).
Colesterol alto y presión arterial alta: estos factores pueden generar acumulación de placas de ateroma en las arterias, haciendo que las mismas se estrechen y se endurezcan, lo que podría provocar en un futuro un ataque cardíaco o un accidente cerebrovascular.
Síndrome metabólico: es un grupo de enfermedades que aumentan el riesgo de enfermedad cardíaca, diabetes u otros problemas de salud. Este síndrome incluye hipertensión arterial, triglicéridos altos, azúcar en sangre (glucemia) alta, HDL (colesterol bueno) bajo y circunferencia de cintura aumentada.
Asma: los niños con sobrepeso u obesidad pueden tener más probabilidades de sufrir asma.
Apnea del sueño: es un trastorno grave en el que la respiración del niño se detiene por unos segundos y vuelve a comenzar durante el sueño. Esto se debe a un exceso de grasa en la circunferencia del cuello.
Hígado graso no alcohólico: esta enfermedad hace que se acumulen depósitos de grasa en el hígado pudiendo provocar un daño hepático.
Desánimo, cansancio, decaimiento y baja autoestima.
“Hay que considerar que para que un niño pueda realizar un tratamiento con éxito, éste debe ser familiar y no aislado. O sea, el menor debe tener un entorno familiar que lo contenga, que sea saludable y seguro, donde el cambio de hábitos alimentarios y de estilo de vida sea llevado a cabo por todos los miembros de la familia”, concluyó Azzaro.

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