Una madre partida: sus dos hijos necesitan un riñón, pero sólo puede ayudar a uno

Los chicos tienen una enfermedad poco frecuente y necesitan un trasplante renal para sobrevivir. El padre no es compatible, pero la mamá sí.

NOTICIAS DE INTERÉS Carola LEVI
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Sara Bingham vive un dilema al que ningún padre quisiera enfrentarse. La mujer ,de 48 años, es madre de tres jóvenes: Noah, de 20 años, Ariel, de 16, y Casper de 12. Los dos más grandes tienen el mismo diagnóstico médico: nefronoptisis.

 Es un tipo de nefropatía crónica que se detecta, por lo general, antes de los 20 años y evoluciona hacia la insuficiencia renal terminal. Se manifiesta clínicamente por un trastorno de la concentración de orina, la disminución del crecimiento y un deterioro progresivo de la función renal. En los casos severos, el trasplante de riñón es el tratamiento indicado.

“Estaba lista para darle un riñón a mi hija y luego mi hijo sufrió insuficiencia renal y también necesita un riñón. Obviamente, sólo tengo uno que puedo donar”, plantea la mujer. Su esposo Darryl también quería ser donante, pero resultó que no es compatible.

Ahora, Noah depende completamente de la diálisis y los riñones de Ariel funcionan al 17 por ciento.

“Los médicos especialistas no te presionan para tomar una decisión, porque te estás arriesgando al donar un riñón. Tienes que tomar esa decisión vos misma”, explica la mujer que vive en Hexham, en el norte de Inglaterra. “Como madre, naturalmente querés hacer todo lo posible para ahorrarle a tus hijos cualquier dolor”.

Un largo camino
Los problemas para la familia Bingham empezaron en 2016, cuando Ariel comenzó a sentirse todo el tiempo fatigada. La niña tenía once años y empezó a retrasarse con las tareas escolares.

“Ella ya estaba luchando. Los síntomas eran bastante sutiles, pero mirando hacia atrás, sabiendo lo que hacemos ahora, podemos ver que sus riñones estaban dejando de funcionar”, reconoce Sarah a medios locales.

Ariel empeoraba y los médicos decidieron hacer una biopsia. Los resultados encontraron que la mayoría de las nefronas, la parte del órgano que regula el agua, habían desaparecido.

“Le pregunté al médico: ‘¿Cuál es el peor escenario?’”, recordó Sarah. “Dijo que Ariel algún día necesitaría un trasplante”.

“En esa etapa, no teníamos idea de que Noé también tenía esta enfermedad genética y que, en algún momento, también iba a necesitar un nuevo riñón”, reconoce.

Los síntomas de Noé se hicieron presentes en 2019. “Temblaba mucho y se puso amarillo”, relata Sarah. “Lo llevé al médico y se derrumbó sobre mí en el camino”, recuerda. A las pocas horas, había sido sedado y puesto en diálisis de emergencia.

Los médicos confirmaron que Noé estaba sufriendo el mismo problema que su hermana: nefronoptisis. “Me fui en lágrimas, me sentí muy indefensa”, rememora Sarah. La indicación de otro trasplante no se demoró.

Una luz de esperanza
Ante semejante panorama, un amigo de la familia se ofreció para que estudien su compatibilidad. Todo salió bien, y desde el anonimato, será quien done el segundo riñón.

“No puedo decir en palabras lo que se siente saber que hay personas dispuestas a ponerse en cierto riesgo por nuestros hijos. El apoyo que hemos tenido de nuestros amigos, familiares, vecinos e iglesia ha sido increíble. Nos habríamos desmoronado en pedazos si tanta gente maravillosa no nos hubiera rodeado”, reconoce emocionada Sarah, bajo la amorosa mirada de su marido.

La fecha de cirugía aún no fue fijada, pero los médicos monitorean de cerca la evolución de ambos jóvenes quienes, pandemia de por medio, podrán mejorar su calidad de vida.

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