Por qué a algunas personas les sabe el agua

La dureza del agua, que viene determinada por su contenido en calcio y magnesio, y la comida con la que lo acompañamos pueden hacer que percibamos el agua con cierto sabor.

ALIMENTACIÓN Y SALUD Julia VOSCO

Podría decirse que, en líneas generales, hay dos tipos de personas: quienes beben agua del grifo y los que prefieren la embotellada. Están, por tanto, los que consideran una pérdida de dinero comprar agua en el supermercado, y también aquellos que tachan la del grifo de estar «llena de cloro». Así que, si para gustos inventaron los colores, puede decirse incluso que los que beben agua embotellada saben diferenciar cuáles son aquellas de cuya procedencia no quieren ingerir porque el sabor que tienen les parece «fuerte».

Pero, vayamos por partes. Primero de todo hay que saber que, tal como cuenta Beatriz Robles, experta en seguridad alimentaria, hay dos tipos de aguas embotelladas: agua mineral natural y agua de manantial. El agua mineral natural tiene una procedencia subterránea y tienen que pasar un proceso administrativo y ambiental, entre otros. Son aguas puras de origen. Estas aguas deben llegar al consumidor con las mismas propiedades que en la naturaleza, por lo que en ningún caso son tratadas. «Representan el 98% de las aguas embotelladas que se consumen en España. Las autoridades pueden tardar hasta cuatro años en conceder esta denominación, es un proceso muy exigente», cuenta Irene Zafra, secretaria general de la asociación de Aguas Minerales de España.

Las aguas manantiales son las de origen subterráneo que emergen espontáneamente en la superficie de la tierra o se captan mediante labores practicadas al efecto, con las características naturales de pureza que permiten su consumo; peculiaridades que se conservan intactas, dado el origen subterráneo del agua, mediante la protección natural del acuífero contra cualquier riesgo de contaminación.

Sin embargo, existe otro tipo de agua embotellada: agua preparada que, según la legislación vigente, puede tener diferentes orígenes: proceder de aguas subterráneas o de la red de abastecimiento. «En estos casos, la legalidad pasa por que en la etiqueta se especifique claramente "agua potable preparada" y "agua de consumo público preparada", respectivamente», cuenta Luis Riera, director de Consultoría en Seguridad Alimentaria. Lo que caracteriza a todas ellas es que, con independencia de su procedencia, deben pasar ciertos tratamientos físicoquímicos que garanticen su potabilidad.

Estas denominaciones aparecen en el etiquetado, de tal forma que puede leerse el nombre del manantial o la captación subterránea, y en las aguas de procedencia nacional se añade el término municipal y la provincia.

Etiquetado
Por tanto, el primer punto es leer la denominación, ya que sabremos si el agua realmente es mineral natural o de manantial. simplemente garantizando su potabilidad. Es obligatorio también qué nos indiquen de que manantial se ha extraído (las dos primeras categorías no pueden ser manipuladas, no se puede cambiar su composición).

El siguiente punto a leer, según Luis Riera, es la composición de la bebida, de acuerdo con los minerales disueltos y los residuos secos. «Esto es lo que se conoce como mineralización, que puede ser fuerte, media, débil o muy débil. Más que la calidad, lo que realmente cambia según este aspecto es el sabor y su uso. Este viene tras las palabras «análisis químico (mg/L)» y nos indicará conductividad, bicarbonato, calcio, magnesio y sodio, y dependiendo del envasador podemos tener más datos interesantes como la cantidad de flúor, nitratos, sulfatos etc.», dice el experto. Recuerda que el agua de manantial no tiene por qué tener una composición constante, por lo que los valores serán orientativos.

«Las minerales naturales tienen que incluir obligatoriamente su composición. Y si su concentración de flúor es superior a 1,5 mg/l deberán incluir en su etiquetado la indicación "contiene más de 1,5 mg/l de flúor: no adecuada para el consumo regular de los lactantes y niños menores de siete años», cuenta Beatriz Robles.

Otros de los puntos que podemos encontrar en las etiquetas de agua son la fecha de consumo preferente, cómo conservarla, información de la empresa envasadora y otros elementos de marketing.

¿El agua sabe?
Si eres de esa minoría que puede distinguir diferentes sabores en distintas aguas embotelladas, esto te interesa. Se debe principalmente a la dureza del agua, aunque también a su composición química en general. «La dureza viene determinada por su contenido en calcio y magnesio y no tiene nada que ver con la calidad del agua, pero sí con el sabor. Cuanto más dura sea el agua más se puede apreciar cierto sabor debido a las propias sales minerales», dice Luis Riera. El agua también estimula las células del gusto de nuestra lengua, así que es muy normal que algunas aguas embotelladas te gusten menos en comparación a otras.

«La composición de las aguas es variable y tienen distintos minerales que pueden aportar sabor. También afecta el cloro que se añade en la potabilización, pero esto no afecta a las aguas embotelladas de las que estamos hablando, porque no pueden someterse a tratamientos de desinfección», concluye Beatriz Robles.

Además, existe otro factor que puede hacer que percibamos el agua con cierto sabor, y depende de si ese agua embotellada va acompañando a un plato ligero o a uno más contundente. «Hay alimentos como la alcachofa que provocan cambios en las papilas gustativas, haciendo que notemos un sabor diferente y logran engañar al cerebro. Las alcachofas contienen una sustancia que se denomina cynarina que inhibe el funcionamiento de las papilas gustativas dulces. Este efecto desaparece cuando bebemos agua…», cuenta Luis Riera.

Agua durante una actividad deportiva
El agua embotellada es una fuente de hidratación segura, saludable, de calidad y 100% natural. Gracias a la calidad y variedad de sus envases, es perfecta para consumirla allí donde queramos.

Crys Dyaz, entrenadora personal y fisioterapeuta aconseja el consumo de agua antes, durante y después del ejercicio: «Es fundamental tomar medio litro de agua antes de hacer deporte, unos 100/200 ml durante la actividad y cerca de 150 ml cada 15 minutos después de hacer ejercicio hasta completar los kilos perdidos en la actividad».

«La hidratación potencia el rendimiento y hace que durante el desarrollo del ejercicio no perdamos el ritmo. No queremos sufrir ningún tipo de deshidratación, por lo que si nos cuidamos comiendo, también tenemos que hacerlo bebiendo», concluye la exnadadora de élite.

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