Cómo saber si sufres hambre emocional o comes con cabeza

Usar la comida para modular las emociones, comer de forma desordenada y caprichosa y darse atracones son algunos de los signos que indican que no nos alimentamos de forma correcta

POR UNA VIDA MÁS SALUDABLE Julia VOSCO
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Hace apenas «un suspiro» (evolutivamente hablando) teníamos que invertir mucho tiempo y energía en conseguir alimentarnos, o bien saliendo a cazar, o bien pescando o recolectando. Sin embargo, hoy podemos tener a golpe de click y sin levantarnos del sofá un menú listo para consumir. La cuestión es, tal como explica Javier Quintero, psiquiatra y neurocientífico experto en cognición, que el contexto ha cambiado en todo este tiempo que ha pasado, pero en realidad al cerebro no le ha dado tiempo a adaptarse a esos cambios.

A esto hay que sumar el hecho de que la información que nos llega sobre cómo mejorar la alimentación, controlar el peso y conservar la salud ofrece, según explica Quintero, soluciones parciales a problemas complejos e incluso se centra en responsabilizar a terceros (legisladores, publicidad, entorno....) de nuestra dificultad para adquirir hábitos saludables, lastrando así la capacidad individual de cambio. «Hemos olvidado que somos los principales responsables de nuestro cuerpo y que podemos hacer mucho en el día a día para mejorarlo y cuidarlo. Eso de esperar que algo ajeno a nosotros nos cambie, o que aparezca una acción milagrosa que consiga transformaciones increíbles en tiempo récord no va a ocurrir, lo siento», sentencia.

La buena noticia, según matiza Quintero, es que sabiendo cómo comemos y pasando esta conducta a un plano consciente, podemos cambiar la forma de relacionarnos con la comida. «No solo tenemos que cambiar lo que comemos, sino que, sobre todo, deberíamos mejorar cómo comemos», revela.

 
¿Tengro hambre emocional?
Nuestra alimentación, como otros tantos comportamientos del ser humano, está regulada e influida por las emociones y otros aspectos psicológicos. Esto ha llevado al psiquiatra Javier Quintero a estudiar durante más de 15 años este aspecto, principalmente en las personas con sobrepeso. La investigación ha tenido como resultado un modelo de 5 dimensiones, denominado «EAT-ID (Emocional, Adictiva, Traumática, Impulsiva y Desorganizada)», que explica cómo es la relación con la comida.

Así, según este modelo, cuando nuestra forma de alimentación no es correcta se debe a que alguna (o algunas) de estas dimensiones está interfiriendo en nuestra forma de comer.

Una de las posibilidades es que utilicemos la comida para intentar modular nuestras emociones. Esto sucede, por ejemplo, cuando comemos más de la cuenta o alimentos concretos cuando estamos tristes o cuando estamos nerviosos. Un caso representativo en este sentido puede ser el del personaje de ficción de Bridget Jones, que enjugaba sus lágrimas comiendo un bote de helado tras una ruptura. Sin necesidad de situaciones concretas, esto nos puede llevar a que confundamos el hambre emocional con el hambre fisiológica.

También pueden darse situaciones en las que lo que prima es la desorganización en la alimentación, que incluye comportamientos como saltarse comidas, picar entre horas o seguir a la ligera eso de «yo como cualquier cosa». Son formas de relacionarse con la comida que, según explica el experto, hacen difícil mantener una dieta equilibrada y saludable.

Otra conducta relevante es darse atracones (ingerir más cantidad de comida de la que habíamos planeado, hacerlo casi sin hambre y después sentirse mal por ello). Asaltar la nevera a horas intempestivas o comer de manera ordenada casi siempre, pero saltarse todas las reglas los fines de semana son comportamientos que no tienen tanto que ver con la fuerza de voluntad como creemos, sino con nuestra relación con la comida, según señala el experto de Coco Eating.

Para otras personas su relación con la comida es de dependencia, de modo que estaríamos hablando de una conducta adictiva de características similares a la que se puede tener con el tabaco. «Suelen ser caprichosos en su forma de comer, no pueden resistir la tentación de comer alimentos concretos, e incluso llegan a disparar su deseo de consumo de determinadas comidas, hasta que por fin las ingieren, para claro, reactivar la conducta», describe el experto.

El autoconocimiento es la clave
Para modificar esos comportamientos el primer paso es conocerse mejor. No en vano, según explica Quintero, la base de cualquier cambio pasa inexorablemente por saber que tengo que cambiar. Lo ideal es contar con orientación profesional tanto para conocer cómo es nuestra relación con la comida como para saber qué es lo que se debe cambiar y cómo puede hacerse. En este sentido, el equipo de Javier Quintero ha desarrollado a través de una app el método pausado, progresivo y analítico « Coco Eating», que se centra en analizar el «cómo como» partiendo del modelo antes citado, «EAT-ID (Emocional, Adictiva, Traumática, Impulsiva y Desorganizada)».

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