Chicos en la cocina: un laboratorio de aprendizaje

Es una actividad en familia que favorece la creatividad, la comunicación y el trabajo en equipo desde la infancia. Hay propuestas para cada edad.

SER PADRES Ana COHEN
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Las neurociencias demostraron que el aprendizaje cognitivo experimenta su etapa de mayor plasticidad en los primeros años de la infancia. Entornos estimulantes como la cocina ayudan a los más chicos a desarrollar habilidades, aunque siempre hay que respetar el momento madurativo y atender sus necesidades.

Darina Allen, que dirige la famosa Escuela de Cocina Ballymaloe en Irlanda, pone a los nenes en acción y le resulta conmovedor. “Una estrategia desordenada, sí, así que hay que prestar atención. Pero sin dudas hay que involucrarlos”, dice al diario británico The Guardian.

El desarrollo de la motricidad en las primeras edades es de suma importancia, porque de él dependen los avances de los chicos en habilidades clave como el aprendizaje de la escritura, la expresión verbal y corporal, la capacidad de atención y concentración, la coordinación vista-mano, la autonomía y la creatividad.

Cómo primeras tareas para atraer a los menores de cinco años a la cocina, se puede proponer hacer o decorar galletitas, preparar los ingredientes de una receta, amasar y esperar que se ensucien.

Los elementos de repostería para decorar son muy atractivos. Hay virutas de chocolate, gomas de gelatina, caramelo, malvaviscos y figuras de azúcar y de frutas en variedad de sabores, texturas y colores. Lo aconsejable es invitarlos a poner un toque personal en cada decoración, que le den rienda suelta a la imaginación y desarrollen su motricidad fina.

“Los niños son imitaciones. Harán lo que tú haces”, dice el restaurador y autor de Australian Food Bill Granger. Él propone que a los chicos de ocho años se les empiece a enseñar platos con cierta elaboración. Hacer pizza puede ser sencillo, ya que sólo lleva harina, levadura, agua, aceite y sal. Las salsas también se pueden resolver de forma simple usando las que ya vienen precocidas.

En el caso de los adolescentes, el experto recomienda conocer los gustos particulares y regalarles un libro de recetas. “Hay que incentivarlos a que cocinen con amigos, después de todo lo que más les gusta es presumir de lo que saben hacer”, señala.

Más que cocina
El hecho de que aprendan tareas sencillas como lavar los utensilios que usaron o dejar organizado el escurridor al terminar contribuye a que interioricen las normas del hogar, a la vez que potencia la formación temprana de hábitos.

En los chicos de edad escolar, la cocina es una manera divertida de trabajar contenidos curriculares. Por ejemplo, a través de la preparación de una receta se puede aprender mucho acerca de unidades de medida y cálculos de proporciones, de nutrientes, de trabajo en equipo o la comunicación, así como desarrollar la creatividad.

Otra ventaja de involucrarse en la cocina desde chicos es que los ayuda a entrenar el paladar y descubrir sabores que van mucho más allá de lo dulce. A medida que aprende técnicas y se divierte cocinando, despierta también su curiosidad por las propiedades nutritivas de los alimentos.

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