Adiós a la Sabin, la única vacuna que no hacía llorar

Se daba en forma oral y a veces con azúcar, pero nunca a través de una aguja. La polio hacia estragos. El doctor Sabin fue recibido en la Argentina como un héroe

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A los ojos de un niño, las vacunas significaban pinchazos, sufrimiento, dolor. Pero en 1967, un doctor que había inventado una muy especial contra la poliomielitis, Albert Sabin, llegó a la Argentina y los chicos lo recibieron con ramos de flores. Las autoridades lo trataron como un “héroe moderno”, un diario lo retrató valiente "como Batman" y la gente se arremolinaba para tocar sus manos.

Caminó con bastón de aluminio por el entonces dispensario central María Ferrer, de Barracas, y fue hasta La Plata para recibir distinciones, en medio de una lluvia torrencial y de muchedumbres que lo aclamaban.

Le agradecían su aporte a la Humanidad: su vacuna aprobada en 1961, que a diferencia de la inyectable aplicada desde 1955 por Jonas Salk, se administraba en forma oral, con un gotero, en varias dosis de virus atenuados pero vivos.

Sabin había nacido el 26 de agosto de 1906 en la ciudad polaca de Biaystoc, que en esa época formaba parte del imperio ruso. Se recibió de dentista, pero un día llegó a sus manos el libro “Cazadores de microbios”, donde el biólogo Paul de Kruif contaba los descubrimientos de científicos fundamentales, como Louis Pasteur y Roberto Koch.

La polio se extendía y la vocación de Sabin tomaba nuevos rumbos. Dedicado a la investigación, desarrolló su vacuna, que fue testeada a fines de la década del '50 en la Unión Soviética y en presos de los Estados Unidos. Luego de ajustes, traspiés y debates sobre fue eficacia, el propio Sabin probó la vacuna, junto a su familia.

"Desde hace más de 35 años, el mundo avanza hacia la erradicación de la poliomielitis. Sería la segunda enfermedad que se erradicaría con vacunas después de la viruela. La Sabin oral, que es una preparación viva, atenuada, tuvo un rol importantísimo para que la Argentina lograra, en 1984, liberarse de la circulación del virus salvaje de polio", destaca la infectóloga Hebe Vázquez (M.N. 58.353).

Experta en vacunas, Vázquez explica que "si antes había un riesgo mínimo de una parálisis en poblaciones muy específicas con un virus relacionado a la Sabin, del cero y pico por ciento; desde hoy queda en el calendario nacional sólo la vacuna IPV, que es la vacuna inactivada desarrollada originalmente por Salk y que ahora, ajustada en sus dosis, reduce los riesgos a cero".

Por eso hoy, que la Sabin oral se deja de dar en la Argentina, se despertaron recuerdos de quienes la recibieron.

“En Tucumán, la polio había pegado fuerte. No me olvido nunca de la conmoción que hubo por la muerte de un vecino, José Manuel, Contador. A los chicos, nos llevaban a las dependencias de ALPI para darnos la Sabin y, para que nadie se negara, echaban las gotitas en terrones de azúcar”, evoca Víctor Chocobar, integrante de “La Terraza de Apple”, una banda tributo a The Beatles, los ingleses que maravillaban al mundo justo en la época en que Sabin visitaba la Argentina.

“Me acuerdo que la primera dosis era horriblemente amarga, ja ja ja, pero claro, siempre era preferible eso a recibir una inyección”, cuenta Ana María Bevacqua, maestra de Avellaneda y encargada de mirar que los alumnos tengan sus vacunas al día.

Otro testimonio para conectar la infancia con la vacuna es el del cordobés Ramón Cairo, fabricante de las pelotas de fútbol que se usaron en el programa televisivo de Diego Maradona por Canal 13: “Nos daban las gotitas en la escuela, a toda la clase junta. Tengo bien presente que ahí nos hacíamos los audaces, ¡porque no había pinchazos!”.

Sabin fue un sabio. También hizo aportes en la lucha contra el dengue y era tan popular que en el programa “Música en libertad”, una participante le cantó una canción que decía: “Gracias, Doctor Sabin”.

Fuente: tn 

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