La hipersexualización de los chicos y la exhibición en las redes sociales

Mostrarse con ellos en situaciones confusas, son claros ejemplos de lo que no es recomendable hacer ni fomentar.

SER PADRES Julia VOSCO
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El mundo de los adultos y el mundo de los chicos son completamente diferentes aún cuando compartimos el mismo espacio físico real. A los comportamientos sexualizados que no son acordes con la edad de los nenes y nenas, se los conoce con el término de hipersexualización infantil.

A medida que vamos creciendo, vamos tomando mayor conciencia de la diferencia entre la ficción y la realidad, entre el mundo de fantasía y lo cotidiano, entre la sexualidad infantil y la sexualidad adulta. Por eso, es importante ser cuidadosos cuando nos mostramos frente a nenes y nenas menores de 6-7 años especialmente y ante los menores en general.

Aquí va las preguntas que pueden ser polémica: ¿Los chicos pueden decidir si quieren ser mostrados o no públicamente? ¿Qué sucede con las figuras del ambiente artístico que como personajes públicos abren las puertas de su hogar para que nos adentremos en él y, además, publican escenas de su vida? ¿Cómo repercute una conducta privada cuando se comparte y se viraliza? ¿Qué siente el chico, protagonista menor de edad, por ejemplo, viéndose en ellas y recibiendo indirectamente el impacto positivo o negativo de los seguidores del adulto, aclaro, del adulto, mayor de edad que realiza una acción en su presencia y lo compromete? ¿Los chicos pueden elegir?

Esto también puede ser pensado y trasladado a cualquier adulto, madre, padre o cuidador que en el anonimato comparte sus experiencias personales con menores indiscriminadamente en el mundo virtual. Estas prácticas del milenio y la hiperconexión pueden ser generadas por el simple orgullo de vivir algo hermoso y querer compartirlo, como hasta el extremo de querer y decidir lucrar utilizando a hijos e hijas para tal fin y que algún producto o marca los acompañe y monetice su exposición.

Respecto de estas prácticas cotidianas que estamos acostumbrándonos a ver en YouTube, Instagram y Facebook, la ley número 26061 de protección integral de los derechos de los niños, niñas y adolescentes promulgada en el 2005 dice en su artículo 3:

"… tienen el derecho a ser oídos y que su opinión sea tenida en cuenta. -Pero aclara también refiriéndose al DERECHO A LA DIGNIDAD Y A LA INTEGRIDAD PERSONAL- Las niñas, niños y adolescentes tienen derecho a la dignidad como sujetos de derechos y de personas en desarrollo a no ser sometidos a trato violento, discriminatorio, vejatorio, humillante, intimidatorio; a no ser sometidos a ninguna forma de explotación económica, torturas, abusos o negligencias, explotación sexual, secuestros o tráfico para cualquier fin o en cualquier forma o condición cruel o degradante.”

También tienen derecho a su integridad física, sexual, psíquica y moral.

La sobreexposición, el concepto de intimidad, de pudor, la hipersexualización de los chicos nos invitan a repensarnos como adultos y pensar a los nenes y nenas como sujetos de derechos. La línea delgada entre lo privado y lo público, entre lo íntimo y lo éxtimo como decía el famoso psicoanalista Lacan se está quebrando silenciosamente y “a viva voz”.

Lo que sí está claro al menos para mí es que hay que detenerse a pensar. Correrse de los egos y el enojo y hacerse preguntas.

Porque de esto tenemos que hablar para prevenir las violencias invisibles que si no se muestran, se cuelan como el humo debajo de las puertas y atraviesan en este caso la frontera entre lo real y lo virtual. Me parece maravilloso que se nos planteen estos interrogantes, porque de esto es saludable poder hablar.

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