Se quedó muda a los 12 años, vomitó una moneda a los 25 y volvió a hablar

Creía que la falta de voz era un castigo de Dios. Los médicos ahora se excusan en que, al estar el objeto en la garganta, no se podía ver mediante una radiografía.

NOTICIAS DE INTERÉS Redacción Redacción
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Hace ya varios años, a principios de la década de 1970, Marie McCreadie se mudó de Londres a Australia con su familia para empezar una nueva vida. Ella, muy chiquita, no se imaginaba lo que le iba pasar.

Cuando lograba encariñarse con su nueva ciudad, y hasta podía imitar el acento australiano con facilidad, algo que no estaba en los planes cambió todo. “Me desperté con un fuerte dolor de garganta y con un gran resfriado; uno o dos días más tarde tuve bronquitis”, le cuenta Marie a medios locales.

En la primera semana en la cual se sentía mal, la irritación de su garganta era “muy intensa” por la fiebre. Cuando bajó la temperatura, la infección en su pecho había desaparecido –seis semanas después–, hasta empezó a sentirse mejor, “normal”, explica, y agrega: “Pero mi voz no regresó”.

En un principio, ella imaginaba que era cuestión de tiempo, un tiempo breve, para que recupere el habla. A medida que iban pasando los días, se daba cuenta que no sólo estaba comprometida el habla, sino que tampoco podía emitir ningún tipo de sonido. Ni su tos emitía ruido, ni una voz ronca, una risa sofocada, un susurro, nada.

Lógicamente acudió a uno, dos, varios doctores y recibió diversos diagnósticos. Todos equivocados. Llegaron a decirle que padecía de mutismo histérico, un trastorno de la función vocal que no depende de la función del cuerpo, ya que el silencio se da de forma voluntaria.

El médico de la familia creía que Marie se negaba a hablar. Algo que claramente no era así, o por lo menos ella no lo sentía así. Su vida cambió rotundamente. Lo que antes resultaba sencillo, como llamar por teléfono, se le volvió una odisea. Si tenía un accidente, no podía gritar. Algo que le generaba temor a la hora de decidir qué actividad hacer durante el día.

Su vida en la escuela también cambió radicalmente. "Yo siempre llevaba pequeños cuadernos de notas y un lapicero, y me dedicaba a escribir. Algunos de mis amigos podían leer los labios, pero no siempre. A veces no podía meterme en las conversaciones", explica a un medio británico.

A los 14 años trató de quitarse la vida. Cuando se recuperó, en vez de volver a la escuela, la trasladaron a un hospital psiquiátrico.
Sufrió varias frustraciones y vergüenzas, no pudo formar parte del coro del colegio, no podía conversar con compañeros. "Yo solo quería gritarles, pero me lo tenía que guardar todo para mí. Tenía toda esa rabia e ira dentro que no podía liberar. Estaba enojada conmigo misma por no poder comunicarme y me culpaba por eso", describió.

Una monja, en el colegio católico al cual asistía, llegó a decirle, al no haber razón física de estar muda, que dios la estaba castigando. Luego fueron sus compañeros que se hicieron eco de esta idea y le decían que debía confesar sus pecados para recuperar la voz. Llegó al punto de cuestionarse a sí misma: "En el mundo en el que crecimos el cura, las monjas y los médicos siempre tenían razón. No lo ponías en duda".

Pero los malos tragos no sólo se limitaban a la escuela, sus vecinos creían que estaba loca; una amiga de la madre le sugirió que la abandone. A los 14 años trató de quitarse la vida. Cuando se recuperó, en vez de volver a la escuela, la trasladaron a un hospital psiquiátrico.

"Eso fue un infierno, una pesadilla. Había drogadictos, personas con crisis nerviosas, una mujer que creo que había sufrido abusos... Yo era la más joven y era muy influenciable", explica Marie, quien logró escapar de ese lugar y, convencida de que no recuperaría la voz, trató de reconstruir su vida. Aprendió lenguaje de signos, volvió a estudiar y aprendió mecanografía.

Tiempo después, cuando tenía 25 años, comenzó a sentirse muy mal en el trabajo. "Empecé a toser y me salió sangre de la boca. Pensé que me moría. Podía sentir algo moviéndose en el fondo de mi garganta. En un momento dado pensé que estaba tosiendo mis entrañas. Ahora parece una estupidez, pero en ese momento tu cabeza da vueltas", explicó Marie.

Una vez en el hospital, los médicos le extrajeron un bulto de la garganta. Se trataba de una moneda de tres peniques. Una moneda que estuvo atascada en su garganta 12 años al lado de sus cuerdas vocales, impidiendo que vibren y emitan sonido alguno.

Marie recuperó la voz, y así lo vivió: "Pude sentir el sonido en mi garganta, gemidos, sollozos. Al principio, no sabía de dónde venía ese ruido. Pensé que alguien se estaba metiendo conmigo".

¿Cómo nadie la había visto?, es lo que todos se preguntan. Los médicos se excusan en que, al estar en la garganta, no se podía ver mediante una radiografía.

La moneda, esa maldita moneda, lejos de no querer verla más, Marie, ahora de 48 años, la conserva. La tiene en una pulsera que utiliza de vez en cuando. Y su historia, también, lejos de quedar enterrada, fue publicada en su libro llamado “Voiceless” (sin voz) en julio de 2019.

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